sábado, 1 de agosto de 2009

DE LUCES...

Acabo de venir de la sierra de Sevilla. Qué lugar tan maravilloso. Un sitio donde el tiempo parece haberse detenido. Y no lo digo en el sentido de avance tecnológico, sino por sus gentes. Todo el mundo desprendía amabilidad y buenas formas. La cortesía que parece haberse perdido en las grandes ciudades, en principio más deshumanizadas, aquí gana todo su nombre. Hablo de Cazalla de la Sierra, un pueblo de luces.

Y no quiero hacer ahora un alegato a favor del medio rural en contraposición a la ciudad, porque podría hablar de las bondades de ésta. No creo, y ya hacía referencia en el #1, a lo que pienso de las defensas absolutas de las ideas, como únicas y sin posibilidad de contrario. Pero ahora vengo lleno de este pueblo, de sus personas y sus costumbres.

De gente como Julia que regenta La Posada del Moro, donde hemos estado hospedados. Una mujer tan preocupada por sus clientes que a veces nos trataba como a hijos. Nos cuidaba constantemente con infinitas atenciones. Si unimos esto a la paz que proporcionaba el entorno, la piscina y a la exquisita cocina del hotel, podríamos estar hablando de una sucursal del paraíso (recordad que por andaluz, soy un poco exagerado).

Como Paco, todo amabilidad en su tienda de chacinas. Atendiéndome como si fuera la única persona que iba a comprar esa mañana. Contándome como elaboraba él mismo los productos de matanza, las chacinas y los jamones de producción propia. Todo un encanto… Por cierto Paco, al final me cortaste el jamón como chuletones.

Nada más llegar comprobé que la cobertura de móvil y red casi no existía. He tenido una grata sensación de aislamiento reforzada por mis carreras matinales por la sierra, por el embalse de El Pintado y por los caminos rurales. Lugares maravillosos por donde me he perdido (mentalmente), dejándome llevar sin rumbo hasta que era la hora de regresar.

He contado con todo el tiempo del mundo para disfrutar del grito de batalla de Víctor. ¡Quesito!, ha sido su grito de felicidad. Lo lanzaba en cualquier lugar y situación en que se encontraba verdaderamente alegre. Han sido muchos estos momentos, en que sin ningún tipo de tapujo lo lanzaba al aire. Contagiándonos a todos de él.

Pero el ¡quesito! más importante para él fue cuando abandonó su segundo manguito en la piscina. Hasta ahora, aunque en el fondo sabía, nadaba con uno solo. Pero esta vez su mente ha jugado a su favor, se ha quitado el flotador del brazo ¡y ha nadado! Qué emocionado estaba, no paraba de llamarme. Como loco nadaba de un lado para otro. Cada vez las distancias eran mayores, al igual que su confianza. Le aplaudíamos, le animábamos, porque en cada brazada se sentía más fuerte. Decía que él estaba emocionado, pero creo que yo más.

Vivir esta conjunción de situaciones, esta unión propicia de todos los factores, han hecho de estos días un remanso de paz y tranquilidad. Porque cada día ha estado lleno de ¡quesitos!, de momentos pintados, en definitiva de luces…

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