miércoles, 29 de julio de 2009

NEW JERSEY EN SEVILLA

¿Los viejos rockeros nunca mueren? Qué eslogan tan manido. ¡Pero, joder, qué cierto! Más bien la buena Música, la que se escribe con mayúscula, es la que no desaparece. La que perdura a través de los tiempos, de la moda, de la crítica…Anoche la interpretó el Boss, un genio intemporal.

Un concierto memorable el del Estadio Olímpico. El principio fue anecdótico, con Nils Lofgren tocando “Sevilla tiene un color especial” al acordeón. El verdadero comienzo vino después, con Bruce Springsteen saliendo, guitarra en mano, acompañado por la E Street Band. Ocupó el centro de un gran escenario con dos pantallas laterales y una gigante que hacía de fondo. El Boss se metió al público (por cierto, menos del que yo esperaba) en el bolsillo desde el inicio. Su magistral “Badlands” consiguió “enchufar” a los que allí estábamos. Con su voz cada vez más rota, de bluesman, el Boss llenó el Estadio de lo mejor de él, de sus canciones, su rock, su fuerza.

Subiendo peldaños con “My Love Will Not Let You Down” y “Hungry Heart” (cuantas veces habré cantado esta canción), llegó a “Outlaw Pete”. Canción del último disco y una de sus mejores composiciones. El Boss nos contaba la historia de Pete, ya marcado por su destino desde su nacimiento, sin vuelta atrás, en soledad. El Boss le llamaba (Can you hear Me?) con el fondo en la pantalla de imágenes del desierto. Pero nadie contestaba. Simplemente magistral.

No faltaron las actuaciones de Bruce Springsteen con el público. Recogiendo sus pancartas, dejándose agarrar por sus brazos, sacando a bailar a una chica, rociando a la gente con agua de una esponja, jugando con un niño pequeño que había en primera fila,…Como decía, canción tras canción el calor iba subiendo, y no solo el físico (el Boss repetía en castellano una y otra vez ¡qué calor!), sino el musical. Hasta llegar a “Johnny 99”. Pero no interpretó la versión de Nebraska, sino un puro rock and roll, con aderezos de rockabilly, blues y country. Que cerca quedaba la música de Elvis, Gene Vincent o Little Richard.

Momentos mágicos de guitarra con Van Zandt y Lofgren. El sonido envolvente del saxofón del Big Man. Llevaron el concierto a momentos insuperables con canciones como “I’m on fire” o “41 shots”. Ya todos coreábamos sus canciones, nos habíamos fundido en una sola voz con él.

Apoteosis que llegó con su himno, con el nuestro, con “Born to Run”. Interpretada por la E Street Band como si fueran conscientes de que es su estandarte. Por el Boss como un regalo para todos. Terminó con un bis donde estaban “Dancing in the Dark” y “Twist and Shout”. En el campo todo el mundo bailaba, todos pedían más. Tras tres horas no teníamos suficiente, era ya una necesidad. El Boss había vuelto a hacerlo, y ya van…, había rendido otra ciudad a sus pies.


Estuve en el concierto del 99 en el estadio de La Peineta. Bruce Springsteen con la E Street Band. Magistral. Como hoy, con sus letras del pueblo, de la gente normal que puede trabajar en una autopista, en el medio rural o personas que no han tenido suerte en esta sociedad. Sus canciones no siempre han sido bien entendidas, o más bien se ha hecho un uso partidario de las mismas que no se corresponden con su espíritu, es el caso por ejemplo de su Born in the USA, una ración de dureza a la estúpida guerra de Vietnam. Pero a él le da lo mismo, en cada nueva canción sigue emocionando con su sonido,…con sus historias cotidianas.

Cuando éramos pequeños, mi hermano y yo teníamos en la habitación un póster del Boss. Poníamos sus discos, Born to Run, Nebraska, The River…, con el volumen a tope. Nos imaginábamos que estábamos en uno de sus conciertos, cantando sus canciones, rasgando su Fender. Esta noche he vuelto a tener la misma sensación.

lunes, 27 de julio de 2009

DE CALORES Y APARIENCIAS FATALES

Ayer por la tarde estuvimos con mi primo y su familia. No le veía desde hacía varios meses, aunque hablamos por teléfono. Lo cierto es que me río mucho con las historias, las ocurrencias que tiene. Nos dimos un baño en la piscina de su urbanización. Qué calor, si se pudiese embotellar el sudor que estoy dejando en Sevilla montaría una bodega.

Pues eso, que estuvimos en la piscina, atestada de padres y niños, con un agua sospechosamente caliente. Salimos luego a la zona de césped, que estaba a la sombra, para charlar un rato. No puedo soportar el sol por mucho tiempo, me quema. Mientras me apoyaba en una farola para sacudirme la planta de los pies, me dijo: “Primo, me estoy acordando de una historia que me pasó hace un mes más o menos”. Le dije que me la contase, seguro que iba a ser buena…

…efectivamente.

Mi primo es representante, teniendo que viajar muy a menudo. A finales de junio, entre una de sus visitas estaba la de una tienda, cuyo dueño le tenía que pagar una factura. Al llegar a la misma preguntó por P., el dueño. Los empleados que estaban allí le dijeron que estaba en el hospital bastante mal. Sin querer indagar en los orígenes de la enfermedad, se despidió de los que allí estaban, marchándose a seguir con su trabajo.

Pasó una semana y volvió a la tienda de P. Preguntó de nuevo por el dueño, obteniendo respuesta parecida. Esta vez le dijeron que estaba en casa convaleciente. Aquí ya sospechó mi primo que P. no le quería pagar. Que le estaba evitando a toda costa. Se despidió de nuevo de todos, pero esta vez le dijeron que se pasase la semana siguiente.

Y la siguiente semana llegó. Con la esperanza de cobrar, se dirigió de nuevo a la tienda. Pensaba que le volverían a dar excusas sobre la enfermedad de P. Pero cual fue su sorpresa cuando al entrar en la tienda se encuentra a P. sentado detrás de una mesa escayolado desde la cintura hasta el cuello. Luego era verdad, algo le había pasado. Le preguntó que le había sucedido para acabar en ese estado.

P. le contó la historia, no sin antes avisarle de que le daba un poco de vergüenza y que terminaría riéndose. Mi primo le aseguró que no, que no se iba a reír. Se lo contó.

Hace un mes P. estaba en una playa de Cádiz con su familia. Era ya la hora de irse a casa y cogió los bártulos en dirección al coche. Antes se paró a sacudirse la arena de los pies en una zona donde estaban de obras. Había zanjas en las que estaban metiendo canalizaciones. Aprovechó una farola para sujetarse con una mano, mientras movía la pierna para sacudirse la arena del pie. La farola estaba un poco inestable, cimbreándose con cada movimiento de P. Cuando iba a terminar vio salir a toda prisa a un obrero de una zanja que estaba a su lado. Sin tiempo de reacción, este obrero, pala en mano, la giró hacia atrás golpeándole con todas sus fuerzas en el pecho.

P. creía que había muerto. Salió despedido varios metros hacia atrás. ¿Qué le había hecho al señor de la zanja para recibir aquel atentado? “Moribundo” en el suelo preguntó al obrero “por qué”. Éste con cara desencajada de horror repetía sin cesar “¡Dios qué he hecho, lo siento, perdóneme!”. Le volvió a preguntar “¿por qué?”. “Lo siento, lo siento…creía que se estaba electrocutando con la farola…”.

Aparte de la gravedad de la lesión, varias costillas rotas, con el resultado de un neumotórax, P. estaba agradecido a la vida. Con optimismo dijo que podía haber sido peor. Y yo pienso, efectivamente, en vez de la pala, podía haber usado una excavadora cercana o el martillo hidráulico. Me admira la gente tan optimista…ah, y ya no me sujetaré nunca más a una farola para sacudirme los pies. ¡Qué calor!

domingo, 26 de julio de 2009

UN NUEVO COMIENZO (GRAVEDAD 2)

Martes 13 de noviembre de 2012. Año 1.
Estación espacial Mercurio. Cuatro tripulantes a bordo, dos mujeres y dos hombres.
En algún lugar entre la Tierra y la Luna.

El sol asoma por detrás de la Tierra iluminando la estación espacial Mercurio. Una Tierra que ha perdido su gravedad y la vida sobre ella.
La estación espacial Mercurio fue puesta en órbita hace ahora justo un año. Era la primera en mantener un sistema de gravedad similar al de la Tierra, siendo la mayor expresión tecnológica del momento. Más de 100 metros de longitud repartidos a lo largo de 20 estancias más la cabina de mando. Potentes cohetes propulsores que la ayudarían a conseguir el objetivo de alunizar. Ocho de las estancias guardaban todo el material para la construcción de una futura estación lunar. Era el primer paso de la humanidad para la fundación de una colonia fuera del planeta. La necesidad de explotar nuevos recursos y de buscar zonas de expansión para la cada vez más creciente población de la Tierra llevaron a los gobiernos mundiales a dar este paso.

De hecho los cuatro astronautas eran el último relevo antes de que llegasen los equipos de construcción a la estación espacial. Todo estaba preparado, alimentos, bebidas, semillas para un nuevo sistema de plantación experimental en la Luna, y lo que era más importante, embriones de animales domésticos y de granja para su futura clonación una vez establecidos en la Luna.

Grave silencio dentro de la estación espacial. En la cabina de mando sólo se oye el suave sonido que produce el aire que desde el generador entra en la estancia. Los mandos de control están en modo automático. El brillo de los diferentes paneles se refleja en toda la estancia, produciendo extrañas sombras en la cabina. En verde la luz de encendido de la emisora que recoge las llamadas desde la Tierra, pero también permanece en absoluto silencio.

Desde el gran ventanal de mando se divisa la Tierra al fondo, rodeada por su macabro anillo. Ruth, Sarah, Samuel y David llevan un día sin hablar, sus rostros reflejan todo el horror de lo que han vivido la pasada jornada. Se miran unos a otros.

-¿Qué va a ser de nosotros? –pregunta Samuel. En su rostro lleva grabada la amarga experiencia del día anterior.
-¿Por qué pasó? –pregunta Ruth.

Vuelven a mirarse y nadie se atreve a expresar sus sentimientos abiertamente, tal es el desgarro interior que sufren. Han perdido a sus seres queridos, su conexión con el pasado. Todo el futuro personal de cada uno se ha difuminado en unos segundos. Sus mentes no pueden procesar la avalancha de sensaciones. Los pensamientos se agolpan.

Los días pasan muy despacio y la pregunta “por qué” sigue planeando en el aire. Algunas miradas reflejan la desesperación y el abatimiento. Samuel lleva varios días sin comer y sin hablar con nadie. Varias veces intentan sus compañeros comunicarse con él, pero Samuel permanece en silencio, se encierra en su camarote y se pasa largas horas en soledad. Todo el equipo le vigila de una forma inconsciente, atentos a lo que hace. Están preocupados.

Una noche mientras todos duermen, Sarah se despierta sobresaltada, acaba de tener una pesadilla en la que veía que la estación Mercurio se desintegraba en el espacio después de una gran explosión. Bañada en sudor y con la inquietud reflejada en su rostro se pone el traje espacial y sale al pasillo central. Allí a través de la ventana de la puerta de cada camarote, ve que sus compañeros duermen, Ruth, David…¿y Samuel? Entra en su camarote y ve la cama vacía y deshecha. Sale corriendo al pasillo, con el corazón latiéndole aceleradamente y despierta a sus compañeros.

-David, ve a la cabina de mando y conecta las cámaras interiores de la nave. –duda Sarah un momento y añade…y también las exteriores.
-Yo voy a las estancias de carga. –Dijo Ruth.
-Yo revisaré las escotillas de salida –dijo Sarah.

Todos salieron como impulsados por resortes a buscar a Samuel. David en el puesto de mando conecta todas las cámaras. Desde ellas ve a Ruth dirigirse corriendo a las estancias de carga de la parte posterior de la estación. Mira las otras pantallas y ve a Sarah revisando las escotillas. Están todas cerradas en el sector A, más próximo a la cabina de mando. Ahora Sarah se dirige hacia el sector B donde hay dos escotillas más. Por la pantalla 12 la ve intentar abrir la escotilla B1. Está cerrada. La observa después dirigirse a la B2, pero ya puede comprobar por la pantalla que algo anda mal, el piloto luminoso de apertura está en verde y debería estar en rojo. Avisa a Sarah por radio y sale corriendo en su dirección.

Sarah se dirige por el pasillo superior a revisar la última escotilla. Siente una opresión interior de ansiedad que le recorre todo el cuerpo. Cuando está llegando recibe la llamada de David. El sudor de su rostro se vuelve frío. Ve que la escotilla B2 está abierta. Rápidamente se pone la escafandra y sale al exterior. Los trajes espaciales de la estación Mercurio fueron diseñados especialmente para poder andar sobre su metálica estructura.

Sus pies se pegan a la superficie y comienza a caminar con pasos cortos. Sarah mira hacia todos lados. Silencio y oscuridad. La Tierra al fondo, como testigo mudo de lo que está ocurriendo. Llama por radio a Samuel. Nadie responde. Al pasar por detrás de la antena circular de seguimiento ve la figura de Samuel a varios metros. Está intentando quitarse la escafandra.

-¡Samuel, no lo hagas! –grita Sarah por su radio.
(Silencio)
-Tenemos que hablar Samuel.
(Silencio)
Sarah se acerca poco a poco a Samuel, con pasos firmes.
-Alto Sarah. No sigas caminando. Voy a quitarme la escafandra y a olvidarme de esta pesadilla.
-No Samuel, vas a dejarnos solos, sin intentar hacer algo por ti. Volvamos dentro y hablemos.
-¿Hablar de qué?, ¿de lo qué pasó en la Tierra? ¿de lo que nos pasará a nosotros?
-Si Samuel hablar de lo que tenemos todavía por hacer. Ya se que estos días han sido duros y han terminado desquiciándonos, pero no nos podemos dejar vencer. No nos han ganado. Todavía estamos aquí y tenemos que intentarlo, aunque solo sea por todos las personas que hemos perdido. Se lo debemos.

Samuel se acerca poco a poco a Sarah, que le coge de la mano, fundiéndose en un gran abrazo. Las lágrimas ruedan por la cara de ambos. Entran en la estación

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Ha pasado casi un mes de la vuelta a la estación. Desde que se frustraron los sueños de los cuatro astronautas de regresar a la Tierra. Los ánimos han mejorado sensiblemente. Samuel se encuentra en un estado que roza el optimismo, bromeando y haciendo juegos con el equipo. Todos se afanan en el día a día. En recuperar una normalidad dentro de la situación de anormalidad.
Una noche mientras el equipo está sentado a la mesa cenando y charlando sobre lo que harán mañana, habló Sarah con voz seria.

-¿Para qué? –pregunta Sarah.
-¿Cómo dices, Sarah? –pregunta incrédulo David.
-Sí, lo que quiero decir es que lo hemos perdido todo, estamos solos en medio del espacio y somos los últimos representantes de la especie humana. El por qué solo nos ha llevado a pensar más en el pasado, a quedarnos aquí sentados elaborando teorías sobre por qué pasó. Tenemos que hacer algo, y por ello os pregunto para qué pasó. Quizás fue una señal para que iniciásemos un nuevo comienzo en la humanidad –dijo Sarah con una voz de convencimiento propia de su espíritu.

Sarah había sido elegida para la misión entre más de 200 aspirantes. Fueron sus fuertes convicciones y determinación lo que llevó al comité seleccionador a elegirla.. Ella lo sabía, tenía menos fortaleza física que el resto, pero su preparación técnica (llevaba 5 años estudiando día y noche), y su fuerza mental fueron decisivas. Ahora no podía defraudar a sus compañeros, no se podía defraudar a sí misma.

En sus mentes todos procesaron la respuesta de Sarah, ¿un nuevo comienzo? No podían quedarse sentados a esperar el fin, habían sido elegidos para llevar a cabo una misión; ésta había cambiado, pero seguía siendo su misión. La más importante emprendida por la humanidad desde la evolución de la especie.

-Tienes razón Sarah, -dijo David. La misión de esta estación espacial fue la de crear una base en la luna para analizar las posibilidades de una futura colonia y ahora paradójicamente es la última misión de la Tierra. Tenemos que seguir adelante con ella.

La estación espacial Mercurio inició su lento descenso hacia la Luna…

jueves, 23 de julio de 2009

RECUERDOS DE UN TRANSEUNTE (PAUL NASCHY)

Era una noche de luna llena. Las ruinas del viejo castillo se recortaban contra ella. La espectral luz sacaba brillos fantasmagóricos de las piedras. En el centro de lo que antaño fue el patio de armas se adivinaba una figura humana. Waldemar Daninsky gritó, no, aulló como solo un maldito puede hacer. La transformación se acercaba. Él lo notaba en el dolor, en el sufrimiento. Toda una vida, una eternidad, sin encontrar el descanso. Soñando con su bala de plata salvadora. Primero la cara, luego el torso y después sus miembros. De nuevo hombre lobo…

Ésta, que podría ser la parte central de una película de Paul Naschy (Jacinto Molina en su versión castiza) para su personaje de la saga de Waldemar Daninsky, no es mi primer recuerdo de Naschy. Para este primer encuentro me tengo que remontar, también a una noche de luna llena, pero no centroeuropea, sino más al sur, en Sevilla.

Fue en quinto o sexto de EGB. Mi colegio, que hoy ya no existe, estaba formado por varias casas situadas en la zona de Nervión. Concretamente dos casas que antes fueron viviendas y entre ellas un edificio más grande donde estaba el gimnasio, las clases de párvulos, el recreo, la secretaría y la dirección. Este último sitio era legendario, pues corría entre los niños rumores de “atrocidades” que ocurrían dentro. Todas perpetradas por el director, un señor cuya presencia ya atemorizaba más que el hombre del saco. Cuando hablaba, con su voz grave, parecía estar invitando al infierno. Qué miedo. De hecho algun niño, que era llevado por un profesor a su presencia, cual Caronte trasladándolo al Hades (cruzando el Estigia, pues para llegar al edificio central había que cruzar la calle), como decía, alguno en el traslado se hizo pis en los pantalones.

Los viernes, al terminar las clases por la tarde, programaban una película en una de las casas. Ponían el cartel el día antes en el patio del recreo y los niños nos agolpábamos para ver que peli echaban. Solían ser de la pantera rosa, de dibujos animados, de Lassie…pero, oh, aquel jueves anunciaban una muy interesante, “El jorobado de la morgue”. Qué título tan sugestivo. De hecho hoy en día me lo sigue pareciendo. Salía en el cartel el jorobado (Paul Naschy) llevando en brazos el cuerpo de una mujer, con esqueletos y un laboratorio de fondo. ¿Cómo pasaría esa película la censura del director?, todavía hoy en día me lo sigo preguntando. Pues bien, ya solo tenía que convencer a mis padres.

Esa tarde de jueves seguro que las negociaciones fueron duras. Que si esa película no era para niños, que si esperase a la semana siguiente que seguro ponían una de vaqueros…Yo por aquel entonces ya era muy pesado y por no oirme más mis padres me dejaron ir. A la salida, que sería a las siete de la tarde, me recogería mi padre.

Qué emoción el viernes al despertarme. Era una día especial, sin duda. Toda la mañana pensando en la película de la tarde. Ya también por aquel entonces era bastante impaciente. Seguro que don Lucas, don Fidel, don Antonio o don Fernando no se dieron cuenta, pero yo esa mañana no me enteré de nada de lengua, ciencias naturales, sociales o matemáticas. Solo miraba la hora y esperaba. Cuando sonó el timbre de las cinco salí corriendo al patio como alma que lleva el demonio.

El profesor nos reunió a todos los que íbamos al cine en el patio del recreo. Aquello iba a prometer porque el profesor sin querer encendió aún más mi curiosidad y ganas de ver la película. Nos dijo que toda la sangre que salía era de mentira, que era salsa de tomate. “Toda la sangre”. ¡Cómo se le puede decir eso a un niño de 10 años! Ya no podía esperar más tenía que entrar a verla. No veía el momento.

La sala era un aula (que a su vez antes había sido una gran habitación, por aquello de que fue vivienda). La pantalla si mi memoria no me falla era una sábana (se veían las arrugas) y el proyector debió ser con anterioridad de los hermanos Lumière. Recuerdo que entre rollo y rollo se paraba la proyección y todos nos poniamos a hablar como descosidos. Eso cuando no se paraba el motor por motivos técnicos.

¡Qué bien me lo pasé, que buena película!. Estuve luego casi una semana sin dormir, pero qué buena peli. Hace poco la volví a ver, despues de tantos años y creía que no iba a aguantar la revisión. Pero todo lo contrario, todavía hoy se mantiene como una buena película de terror, yo creo que la mejor de Naschy. Es una revisitación del mito de Frankenstein, con todos los aditamentos de una entretenida película de horror (muerte de la amada, resurrección, hemoglobina, ser deforme e incomprendido y “mad” doctor). ¿Qué más se puede pedir?

Despues a la salida del cine viví mi propia película de horror. Veía que todos los padres iban llegando a recoger a sus hijos, pero el mío no aparecía. Y cada vez estaba más solo en la puerta. De hecho me quedé un rato solo, con mis jorobados, ratas y resurrecciones. Hasta que pude ver a lo lejos el 124 de mi padre que se acercaba. ¡Uf! Un poco más y viene el jorobado a por mí.


Años después fui a ver al gran Paul Naschy al Zoco de las Rozas, porque presentaba su última película (Licántropo). La última de Waldemar Daninsky. Me quedé con las ganas de contarle toda esta historia. Por eso se la cuento aquí, por si me está leyendo.

lunes, 20 de julio de 2009

ARKHAM (Parte 3 de 3)

Me dirigí a la puerta que me había indicado la bibliotecaria. En los meses que llevaba allí no la había visto antes. Crucé el umbral y llegué al inicio de una escalera metálica que descendía retorciéndose sobre sí misma. Los peldaños se estrechaban en exceso sobre el vértice, lo que complicaba el descenso. Llegué a otra estancia enorme, con multitud de estanterías dispuestas en un orden anárquico. Estaban llenas de libros de todos los colores y tamaños. El olor a rancio y a moho era penetrante. Llamé al bibliotecario, pero nadie contestó. Seguí paseando entre las pilas de libros y legajos hasta llegar a otra puerta que parecía cerrada con llave.

La intenté abrir sin mucha convicción, pero la misma cedió hacia adentro. Cual fue mi sorpresa al descubrir que las paredes habían sido sustituidas por muros de roca que se adentraban en un túnel con una extraña pendiente hacia abajo. Empecé a caminar guiado por una rara sensación de obligación. La luz cada vez era más tenue y casi no se veía. Forzando mis piernas iba a darme la vuelta cuando un fuerte golpe en mi cabeza interrumpió mis pensamientos…

………………………………………………………………………………………

Tiraba fuertemente de mis cuerdas intentado liberar mis brazos y piernas, pero era imposible, aquellos locos me habían atado con fuerza. El cántico aumentaba en intensidad: “¡Iä Righda!” gritaban y repetían sin descanso en un paroxismo de locura. Algunos se ponían de rodillas, otros caían de espalda al suelo. La locura llegó a su estado álgido cuando la figura que parecía ser el gran sacerdote sacó una daga con la hoja en forma de serpiente, con unas luminosas llamas doradas en la empuñadura. Elevó la daga con ambas manos y siguió con su infernal letanía.

A una señal del sacerdote todos pararon en su canto y se volvieron a mirarme. Éste se dirigió hacia mi empuñando el arma. Tiré con fuerzas renovadas de mis cuerdas, pero no cedían. Con un rápido movimiento se puso a mi costado y se echó la capucha hacia atrás. No era posible, debía ser otro aterrador sueño…El sacerdote era sacerdotisa…y era la anciana amiga de mi madre. Una nube de horror se cernió sobre mi mente. Ahora entendía más.

-No puedes ser tú. ¿Por qué?
-La secta fue siempre mi vida. Vivía para su resurrección. La señal me llegó cuando conocí a tu madre y ella me contó toda la historia. He esperado mucho tiempo hasta hacer coincidir el momento propicio. Ahora soy de él.
-¡Suéltame loca bruja! –grité con toda la desesperación que sentía en el alma.
-¡Ahora calla estúpido! Vas a presenciar el milagro.

La bruja se acercó con la daga a mi pecho y me hizo una pequeña incisión. La sangre comenzó a brotar por mi herida abierta manchando la negra piedra del altar. Un ruido atronador sacudió la caverna y las paredes temblaron con furia. Los acólitos que aun permanecían en pie cayeron al suelo. Sólo la hierática figura de la sacerdotisa permanecía erguida, con su vista fija en un punto del muro.

Un lado de la caverna, ahora visible desde donde yo estaba, parecía cambiar de forma por momentos, adoptando ángulos imposibles de comprender para una mente humana. Caían trozos de roca sobre el suelo, algunos impactaban directamente sobre el grupo de seguidores que permanecían inmóviles y sin emitir ningun sonido. De un extraño ángulo surgió una fuerte llamarada que inundó de calor abrasador la cueva.

Tirando fuertemente de las cuerdas, y seguramente debido al calor, una de ellas se rompió, liberándome un brazo. Con gran esfuerzo pude desatar el otro y seguidamente mis piernas. Me incorporé y en ese momento tuve la visión aterradora de un gran tentáculo saliendo del ángulo de la pared. Un negro apéndice escamoso de varios metros que comenzó a golpear todo lo que encontraba en su camino. La que golpeaba era la ira de una bestia furiosa por tantos milenios de oscuridad y encierro. La sacerdotisa se volvió hacia mi con la intención de clavarme la daga. Agarré su brazo y forcejeando con ella le quité la daga. Ella cayó al suelo. En un movimiento frenético, el tentáculo se enrolló alrededor de la anciana tirando hacia atrás de ella, llevándosela a dondequiera que morase el monstruo.

No podía seguir mirando aquel dantesco espectáculo, giré en dirección contraria y comencé a correr. Los trozos de roca caían por todos lados y el techo de la caverna no tardaría en ceder. Encontré una puerta oculta tras una gran piedra y la abrí. Seguí corriendo por un pasillo de negra oscuridad. Corrí hasta que un trozo de piedra me alcanzó en la cabeza. Ya no recuerdo nada más.

Volví a la consciencia sin saber cuándo. Estaba en la cama de un hospital y con una gran venda cubriendo mi cabeza. Me volví hacia un lado y vi un periódico encima de mi mesa. El titular me llamó la atención.

“Arkham, 25 de agosto de1933.
PEQUEÑO MOVIMIENTO SÍSMICO EN ARKHAM
En la tarde de ayer se registró un pequeño movimiento sísmico en el centro de la ciudad. El epicentro se situó a varios kilómetros bajo la Universidad de Miskatonic. No hay que registrar daños personales ni materiales de importancia, aunque se vivió algún momento de pánico entre las pocas personas que se encontraban en ese momento en la Universidad…”

Una enfermera entró en la habitación.

-¿Dónde estoy?
-En el Hospital de Arkham señor.
-¿Y dónde me encontraron?
-Estaba usted estudiando en la biblioteca, quizás por el movimiento sísmico tuvo un desvanecimiento, se cayó de lado y se golpeó la cabeza con la mesa.

Cuando estaba a punto de marcharse, se dio la vuelta hacia mi sacando algo de su bolsillo.
-Ah, se me olvidaba, encontramos ésto en su mano.
Una sensación de angustia y horror me recorrió el cuerpo cuando la enfermera me mostró la daga de la sacerdotisa.
¿FIN?

domingo, 19 de julio de 2009

MOMENTOS PINTADOS

Desde siempre me ha relajado viajar en tren. Al escribir estas líneas voy camino de Barcelona en el AVE. Leyendo un libro, luego el periódico y ahora contando esta pequeña historia.

Prefiero estar en contacto con el suelo a ir por el aire. Confieso que no me gusta el avión, no soy un histérico del vuelo, y si no queda más remedio monto en avión, pero voy más a gusto en tren. Debe ser un miedo ancestral que compartimos muchos humanos, no nacimos con alas, sino con piernas y esto debe haber influido en nuestra parte de memoria primigenia, digo yo.

Y esto viene al hilo de comentar las emociones que me produce el tren, que se remontan a la época en que vivía en Sevilla y mi abuela viajaba a Madrid (era de allí). Recuerdo esperarla con mis padres y mi hermano en la Estación de Cádiz (hoy ya no está en uso), en el barrio de San Bernardo. Era una estación muy coqueta, de pequeñas dimensiones, encajonada entre los edificios del barrio, con un armazón de hierro. Me viene a la cabeza la oscuridad de la noche, esperando el tren, con el fuerte olor a las grasas y aceites de la vía que recorría toda la estación. La magia de pasear por su pequeño anden, al final del cual parecía que el mundo terminase, y desde esta frontera de oscuridad ver aparecer aquel gran foco de luz surgiendo de la nada. Era un lugar de una mitología especial. Creo que Dalí comentaba algo semejante en referencia a la estación de Perpignan.

De esta época de juventud tengo tambien otros buenos recuerdos que han permanecido de forma indeleble en mí y recurro a ellos, o me vienen a la memoria, como lugar común inundándome de una sensación muy agradable.

No sabría explicar el mecanismo por el que este momento se mitifica y queda impreso en nuestro ser, quizás por ser una situación especial que sucede en un momento mágico o por ser una conjunción de factores los que se han alineado para que este recuerdo se fije. Son imágenes que viven y forman parte de nosotros. Intransferibles. Digo esto porque son recuerdos tan interiorizados que si tuviese que explicar a otra persona por qué lo son no sabría expresar los lazos íntimos que me unen con estas escenas, imágenes y situaciones. Al fin y al cabo son razones internas de cada uno que hacen que fijemos este momento y que lo usemos como recuerdo. Recuerdo que nos refresca y nos trae un soplo de optimismo

Porque cada vida empieza como un papel en blanco en el que cada persona va dibujando en él estos momentos.

La obra de cada uno no depende de los buenos o malos momentos que tenga en la vida, sino de los que vaya eligiendo para dibujar en el papel.

sábado, 18 de julio de 2009

ARKHAM (Parte 2 de 3)

La tarde era fría, aunque lucía un espléndido sol que arrancaba sombras de todo a mi paso. Mi casa quedaba apenas a un kilómetro de distancia y el paseo prometía ser agradable.
El viento mecía las ramas de la frondosa arboleda que flanqueaba la calle, produciendo una extraña sensación de inquietud en el ambiente. Al poco rato de estar andando, el cielo se cubrió con unos oscuros nubarrones que presagiaban una fuerte tormenta. Aceleré el paso por las angostas calles del centro. Al doblar una esquina, ya cerca de casa, oí unos pasos a mi espalda. Me giré rápidamente y distinguí una sombra que se introducía en un portal. No puedo explicar por qué me sobresalté, seguramente sería un vecino, pero la forma en que se movió aquella sombra me resultó extraña. Parecía deslizarse, más que andar. Sin darme cuenta empecé a correr precipitadamente hasta llegar a mi puerta.

Subí las escaleras agarrándome al pasamanos, en el descansillo hice una pausa y miré hacia atrás. La puerta de entrada estaba cerrada, tal como la había dejado al subir. Tomé aliento y seguí subiendo hasta llegar a mi cuarto.

Una vez arriba encendí la luz y noté un cierto aroma que me era familiar aunque no podía identificar. El cuarto estaba un poco desordenado porque todavía estaba colocando mis enseres, pero algo había cambiado, no sabría decir qué. Quizás la silla junto a la mesa, o la ropa que dejé encima de la cama, o las cortinas de la ventana un poco descorridas…me estaba desquiciando. Me senté en el borde de la cama y me llevé las manos a la cabeza. Me dolía. Cuando levanté la vista, allí estaba, encima de la mesilla. Un trozo de papel, amarillento por su antigüedad y con el desgarro de haber sido arrancado sin miramientos de una página, posiblemente de un libro. La letra era pequeña y roja, un viejo manuscrito sin duda. Decía así:

“…el que una vez fue señor del orbe duerme eternamente en su trono de fuego. Righda espera ansioso la puerta que lo saque de su sueño. La locura es su reino y su morada. Porque no está muerto lo que yace eternamente, y con el paso de los eones incluso la muerte puede morir.”

Mi ánimo se nubló como el día. Me invadió una agobianrte sensación de desasosiego. Quién habrá entrado en mi dormitorio, fue lo primero que pensé. Estaba muy asustado y mi corazón a punto de salirse del pecho. El escrito trajo a mi memoria de nuevo recuerdos primigenios. Nunca había escuchado aquella frase y sin embargo la conocía. De alguna manera se había grabado en mi mente, seguramente durante mis largos años de estudio. Me guardé la nota en el bolsillo y un rato después, sin cenar y con el sabor de la inquietud, me acosté.

Esa noche soñé. Mi cuerpo permanecía en la cama, pero mi mente volaba a otro espacio. Quizás al desierto del Sáhara. Allí, enterrada bajo las arenas había una gran piedra circular con unas llamas grabadas en su superficie. Sin esfuerzo alguno conseguí levantar la gran piedra. Debía pesar toneladas y sin embargo la levanté como si fuese de papel. Algo dentro de mi me decía que había roto un sello que había permanecido cerrado durante milenios. Un tunel de obscena oscuridad se extendía bajo mis pies. Salía a borbotones de la gruta un calor sofocante, me asfixiaba. Un alarido estremecedor subió por las paredes de la gruta con un eco insoportable. Una sombra enorme y monstruosa subía por la pared desgarrando la roca a su paso. Mi mente no podía soportar el frenético alarido cada vez más cercano. Aquello era la boca de la locura…Desperté entre sábanas empapadas de sudor. La luz entraba por el ventanal. ¡Ya era de día!

Los meses pasaron y enfrascado como estaba en mi labor docente los hechos ocurridos ese día se borraron de mi mente. Llegó el verano y con él, el final del curso. Me despedí de mis alumnos con un mensaje de optimismo ante el futuro que les esperaba, deseándoles que siguiesen investigando y estudiando. Unas lágrimas de emoción cayeron de mis ojos.

Una tarde de calor excesivo estaba sentado ocupando una mesa de la biblioteca de la Universidad. Ese verano lo estaba dedicando a continuar mis investigaciones sobre los cultos politeistas de la zona del Pacífico y su evolución histórica.. Eramos muy pocos los que en ese momento nos encontrábamos allí, quizás tres personas más que como yo aprovechaban el verano para ampliar y profundizar en sus conocimientos.

Estaba enfrascado en la transcripción del grabado de una estatuilla que representaba a una deidad con infinidad de brazos, casi como tentáculos, que aparecía en una foto que me había enviado un colega desde Ponapé. Iba a poner mi cuaderno de notas al lado cuando descubrí que alguien había dejado un enorme libro a mi lado. Miré a mi alrededor pero no vi a nadie. Cogí el inmenso volumen y me lo puse delante. Estaba forrado con una extraña piel y olía a viejo, a rancio. En la parte superior pude leer con letras desgastadas su título “Necronomicón”. Otra vez aquella extraña sensación de “déjà vu”. Lo abrí al azar, pero ya sabía lo que iba a encontrar. Allí estaba, el resto de página desgarrada que formaba un todo con el trozo que dejaron en mi mesilla.

Lo leí con una mezcla de sentidos encontrados, miedo, nervios, interés, todos agolpados en mi mente. El resto de página decía así:

“Porque aquel que desciende de los Grandes Peces no puede esquivar su transformación, su vuelta al ser Primigenio, padre de todos los habitantes del mar. Su misión es la de guardar. Él es la Llave que puede abrir o cerrar. Él es también Cerradura y Puerta. Su sangre derramada por los que creen en él es el Todo que guiará Su viaje hasta su primordial morada. Aquella que hace eones fue arrebatada en una guerra fraticida entre Los que vinieron de las estrellas.”

No quería leer más, la olvidada sensación de vértigo me golpeó de nuevo. Necesitaba escapar de allí. No podía soportar más este estado al borde de la locura. Tenía que cortar aquello de una vez por todas. Con paso decidido me acerqué al mostrador de la bibliotecaria y le enseñé el libro.

-Nunca había visto este volumen. ¿Es de nuestra biblioteca?
-Señorita –estaba perdiendo la paciencia- estaba en mi mesa, por lo que supongo que será de ustedes. Mire en sus archivos, por favor.
La bibliotecaria consultó su enorme caja de cartón llena de fichas con la descripción de todos los libros.
-No lo encuentro. ¿Necro..qué, me dijo?
-Necronomicón.
-Lo siento, no está. Quizás en el sótano, una planta más abajo, le puedan dar más información. Allí se encuentran los libros que todavía estan sin clasificar, además de los que aún no hemos encontrado referencias.

(Continuará)

viernes, 17 de julio de 2009

CAFÉ DE MÁQUINA, ¿REALIDAD O LEYENDA URBANA?

¿Por qué el café de las máquinas expendedoras sabe a rayos y el que te preparan en la cafetería está bueno? Parece una pregunta baladí, pero por mucho que lo he pensado no le encuentro respuesta.

Por ejemplo donde trabajo la marca de café que se usa en la máquina de monedas y en la otra máquina de la cafetería es la misma. El proceso es incluso más “fresco” en la máquina de monedas pues también muele el café, por lo que en teoría conservará mejor el aroma. Pero el resultado final es contrario, sabe mucho mejor el de la cafetería.

Además esta diferencia de sabor propicia leyendas urbanas (o no tanto) en la oficina como por ejemplo que el café de máquina ayuda a regular el tránsito intestinal, lo que no está demostrado científicamente (no se si habrá estudio de alguna universidad al respecto) o que hay veces en que sin causa definida sabe mejor que el del día anterior. Aquí de nuevo surge otra leyenda referente a que en esos casos puede haber una fuga de aceite de la maquinaria, que mezclándose con el proceso de elaboración del café, hacen éste más rico y cremoso.

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Disculpad, necesitaba cafeina y he ido a tomarme el primer café de la mañana a la máquina.Acabo de volver. He hecho la encuesta entre las personas que allí había y en lineas generales me dan la razón, pero no me pueden explicar las causas de por qué sabe peor. De hecho una de mis compañeras se había subido uno. Solo ha habido una persona que le gustaba más el de la cafetería y otra que además ha expresado su opinión sobre mis zapatillas Son nuevas y no le han gustado, claro que me lo ha dicho mientras se tomaba el café, lo que me lleva a pensar que además de los efectos descritos, el café pueda tener ciertos efectos alucinógenos. O estos efectos ya los traía de casa.

¿Debo recurrir al factor humano, entonces?, en este caso la explicación sería la manipulación que del proceso de servir un café se realiza en la cafetería. ¿Será que la máquina de monedas no calcula igual que el humano los tiempos, cantidades, leche, etc.? puede ser.
Entonces la conclusión es que la industrialización produjo una merma en la calidad del café, y lo que es peor…mi colitis es fruto de la revolución industrial.

jueves, 16 de julio de 2009

ARKHAM (Parte 1 de 3)

Tenía la vista nublada y me dolía horriblemente la cabeza. Notaba que estaba tumbado sobre una superficie dura y lisa. Me llegaba el sonido de un cántico que iba creciendo en intensidad. No entendía las palabras que decían, era un lenguaje gutural, pronunciado como si de un gorgoteo se tratase. Iba despertando del letargo y lo último que recordaba era que me habían golpeado la cabeza con un objeto contundente.

La niebla iba desapareciendo de mis ojos poco a poco y veía manchas rojas que se movían a mi alrededor. Haciendo un esfuerzo por recuperar totalmente la visión me dí cuenta de que eran personas, con unas túnicas rojas que les llegaban hasta los pies, calzados con unas sandalias de tiras de cuero tambien rojas. No podía ver la cara de mis captores,las rojas capuchas de sus túnicas, producían sombras en sus rostros. Estaba completamente rodeado por ellos. Serían alrededor de 20, que elevando sus cabezas y brazos entonaban el grotesco cántico.

Ya podía ver casi con total claridad y miré a mi alrededor. Me encontraba en el centro de una enorme caverna. Estaba tendido, atado e inmovilizado sobre una gran piedra negra, que por lo que intuía era un altar. Todo a mi alrededor eran sombras, pues la gruta solo estaba iluminada por el resplandor de unas antorchas dispuestas de forma irregular en las paredes. Ahora recordaba con claridad los terroríficos pasos que me habían llevado a esta situación.

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Tras abandonar el maldito pueblo de Innsmouth consciente de mi herencia me encerré en mi casa de Providence. Aún tengo en mi memoria aquel momento en que presa de la desesperación y el horror bajé las escaleras del campanario con una firme decisión. Con el último vestigio de razón me dirigí corriendo por los sucios callejones hacia la casa de mi tío. Estaba convencido de lo que tenía que hacer y debía cumplirlo. Aquel impío ser nunca debió haber existido. Así con esta resolución, llegué de nuevo al portal. El pestilente olor me recordaba lo que vivía en aquella habitación de arriba. Encendí una cerilla que llevaba en mi bolsillo, prendí unos viejos periódicos que había en la entrada y los arrojé a la podrida madera de la escalera. En unos instantes todo quedó envuelto en llamas. Salí corriendo al exterior y sin mirar atrás llegué a mi coche. Unos gritos de infernal locura resonaron en todo el pueblo, alaridos guturales producidos por una garganta que ya no era humana. Tenía que escapar de allí, huir de aquella pesadilla. Conduje sin parar de nuevo hasta Providence.

El abominable legado familiar turbaba mis horas de sueño e infectaba mis horas de día. No dejaba de pensar un momento en la grotesca abominación en que se había convertido mi tío. En la sinrazón en que se había transformado toda esta historia. Tenía momentos en que pensaba que todo había sido una pesadilla de la que todavía tenía que despertar. Pero los días pasaban y la pesadilla era realidad.

Un mes después, mientras pasaba la Navidad con mis recuerdos llegó una carta que me habría una nueva esperanza:

“Arkham 22 de diciembre de 1932

Estimado señor H, nos complace informarle que su solicitud recibida en la Universidad de Miskatonic ha sido aceptada.. Sustituirá al profesor R que marcha a otra Universidad. Usted empezará a trabajar en su cátedra de Historia Antigua el próximo 8 de enero…”

La noticia me llenó de un anhelo esperanzador. Como catedrático de Historia Antigua que era, quería continuar de nuevo con mi carrera docente, abandonada hacía ahora dos años por razones de salud. Salir de Providence, empezar una nueva vida, con un nuevo hogar, nuevo trabajo, nuevo futuro,…olvidar toda la pesadilla vivida.

Recuerdo que llegué a Arkham la tarde del 2 de enero. Me dirigí a una casa que había alquilado días antes a J, la vieja amiga de mi madre, desde niño ella me había cuidado como si fuese hijo suyo. Siempre me había acompañado en los momentos más difíciles de mi vida, desde la desaparición de mi madre. Tuve una suerte extraordinaria, pues al día siguiente de recibir la carta de la Universidad, apareció en mi casa para traerme unas tartas que había hecho y comentando mi cambio de domicilio me habló de su casa en Arkham. La fortuna estaba cambiando en mi vida y por primera vez despues de mucho tiempo me sonreía. La casa, encajonada en el centro de la laberíntica ciudad era de estilo victoriano. Estaba rodeada por una alta verja de herrumbroso hierro que daba paso a un pequeño jardín. Tenía dos plantas, con unos amplios y redondos ventanales. Con tres agudos gabletes rematando un empinado techo de vieja madera.

Subí a mi habitación que estaba en el segundo piso y me acerqué a la ventana para correr las cortinas. Una sombra furtiva pareció deslizarse por entre los arbustos que había en el pequeño jardín de delante de la casa. ¿Había percibido en la sombra unos brillantes ojos que me estaban observando?

Este pequeño incidente quedó olvidado rápidamente una vez empecé mis clases en la Facultad de Historia de la Universidad de Miskatonic. Ésta era de las más antiguas y reputadas de toda la costa de Nueva Inglaterra. Sus estudios sobre Antropología e Historia Antigua se habían editado en las publicaciones más prestigiosas de todas las universidades del mundo y sus teorías sobre la evolución humana y sobre una historia antes de la prehistoria habían abierto una fuerte controversia entre los historiadores más destacados.

Mi primer día de clase fue especialmente reconfortante. El emocionante reencuentro con alumnos y con mi especialidad de estudio. Ver reflejada en la cara de ellos ese ansia por aprender y adquirir conocimientos me devolvieron la responsabilidad de cumplir y llenar sus sueños. Cuando abandonaba el viejo edificio de la Universidad por la tarde me sentía una persona nueva. Todo había quedado atrás, ¿acaso sucedió?, -pensaba mientras me dirigía a mi casa.

(Continuará…)

martes, 14 de julio de 2009

SHORE PARA CRONENBERG

La conjunción entre un compositor y un director de cine ha dado momentos de complementación extraordinarios para la música de cine. Momentos únicos de disfrute para el amante de esta música. Por reseñar solo algunas parejas: James Bernard/Terence Fisher, Bernard Herrmann/Alfred Hitchcock, John Williams/Steven Spielberg, Danny Elfman/Tim Burton, Pino Donaggio/Brian DePalma, Angelo Badalamenti/David Lynch…y Howard Shore/David Cronenberg.

Empecé a escuchar y sobre todo a aficionarme a la música de cine gracias a Jerry Goldsmith y en concreto su música compuesta para Alien. Era la época del vinilo y por aquel entonces no existía el CD, ni el MP3, ni emule, ni nada. El vinilo puro y duro y también la cinta de cassette (aquella que se rebobinaba con un boli BIC). Fue el primer disco que me compré de música para cine. Me encantó el tema principal de Jerry Goldsmith para los títulos de crédito… Pero bueno ahora prefiero hablar de Howard Shore.

A Howard Shore lo descubrí por la música que hacía (y sigue haciendo) para el director David Cronenberg. Concretamente con la partitura que compuso para La Mosca, y que también tengo en vinilo. Una partitura llena de temas cortos que subrayan de forma enérgica la transformación del protagonista , con una música que va haciéndose cada vez más oscura a medida que avanza la película, adelantándonos tema a tema un final fatalista.

Tengo un grato recuerdo de los ciclos de Música de Cine que se organizaban en Sevilla y que traían a los mejores compositores de bandas sonoras del momento. El que más me emocionó, y fueron varios los conciertos a los que año tras año acudí (Jerry Goldsmith, Elmer Bernstein, Michael Nyman…), fue cuando vino Howard Shore. Dividió sus conciertos en dos días, el primero dedicado a los trabajos realizados para Cronenberg, y el día siguiente para el resto (las fechas no las recuerdo, pero si me acuerdo que presentó su último trabajo en esa fecha para el film Looking for Richard, con unos excelentes coros. Debió ser por el año 96).

El día que dirigió la orquesta sinfónica con los trabajos para Cronenberg fue memorable. Esa noche llegué al Teatro de la Maestranza con mi hermano y sentía como un pequeño cosquilleo de nervios por escuchar la música de quien tanto había oido y “visto” en el cine.

El programa con los temas que iba a interpretar no defraudaba, y así fue. Howard Shore interpretó varios cortes de La Mosca (The Fly). Temas de M Butterfly, uno de sus trabajos más redondos y con música de una gran belleza que refuerzan y hacen muy íntima la gran historia de amor que se cuenta en la pantalla. Recuerdo también los temas para Inseparables (Dead Ringers), también de sus mejores trabajos y de una lírica que recorre introspectivamente la evolución de los dos hermanos (gran trabajo de Jeremy Irons). Seguidamente interpretó la suite que aparece en el disco de Silva Screen para la película Cromosoma 3 (The Brood) –vaya título en español, quién sería el que lo puso…-, en una partitura casi en exclusiva para cuerda y que nos trae a la memoria los mejores momentos de Bernard Herrmann. Es esta una partitura bastante dura para oidos no acostumbrados al Shore que refleja el mundo personal de Cronenberg (llamados por muchos críticos de la “nueva carne”). Por último y como guinda, con una puesta en escena con saxofonista incluido (hacía las veces de Ornette Coleman), Shore interpretó temas de El Almuerzo Desnudo (Naked Lunch), una película muy esquiva de ver. Se anunció su estreno varias veces en España, sin que al final creo que se estrenase en salas comerciales, solo a traves de Cine Clubs (yo la ví años después en el Cine Club de UGT en Sevilla). Si ya es difícil llevar a la pantalla el mundo de William Burroughs, con el prisma del cine de Cronenberg, más lo es poner música a estas imágenes. Shore lo consiguió y con nota, pues con una vuelta de tuerca sobre su propia música, incorporó el jazz a la misma (Ornette Coleman), resultando un score que va creciendo en intensidad, emociones y matices con cada nueva audición del mismo.
Nota: si a alguien le interesa alguna banda sonora de las que aquí estoy mecionando que me lo diga y se la dejo.

En el segundo día del Festival de Música de Cine, aunque fuera ya del universo Cronenberg, magníficos los scores interpretados para tres películas. Philadelphia, El silencio de los corderos (la música para los títulos de crédito se me viene muchas veces a la cabeza cuando estoy corriendo por el monte entre grandes árboles, como Clarice Starling al inicio de la película corriendo en los alrededores de la central del FBI en Cuantico) y Ed Wood (un score genial en el que Shore “robó” el protagonismo a Danny Elfman, pues por desavenencias de este último con Tim Burton hicieron de esta película una de las pocas de Burton con una música que no es de Elfman).

Porque la música de Shore para Cronenberg no es en muchos de los casos un alarde de sinfonismo, salvo excepciones, sino el adecuarse a las oníricas imágenes del director canadiense, aunque para ello tenga que experimentar con la música y hacer discos que de por sí son cuadrados, llenos de aristas y duros, pero que vistos en la pantalla se pegan como un imán a las imágenes. Son scores que reflejan este cambio, mutación, en los protagonistas de Cronenberg, este nacimiento de la “nueva carne” que antes mencionaba. Dureza musical que se refleja en Videodrome donde el protagonista muta en todos los sentidos con las emisiones de un canal de televisión. En Scanners donde la mutación está en el poder de la mente. En Crash, donde la mutación, tanto física como psíquica se consigue a través de los coches, sus carreteras, accidentes y el tejido vivo que forman. La música por ello es metálica con golpes de guitarra en una “sinfonía” de hierro.

De las últimas composiciones para Cronenberg, me quedo con ExistenZ, donde vuelve a este mundo de mutación, esta vez de la mano del video juego que da nombre a la película. Aquí se recurre a una música más sinfónica, en la línea de Inseparables. No quiero terminar sin hacer mención a sus últimos trabajos. Los íntimos momentos musicales para Spider y las dos últimas películas de Cronenberg que se separan del campo del cine Fantástico, aunque no de su universo personal (Una historia de violencia y Promesas del Este).

Después Shore estuvo de nuevo en Sevilla para hacer un monográfico de su música para El señor de los anillos. No pude asistir, aunque me hubiese gustado, porque las entradas se agotaron el mismo día. Shore ya era famoso. Aunque esta es ya otra historia.

domingo, 12 de julio de 2009

EN EL MONTE

Hay días en que el cerebro se transforma en un acumulador de ideas, sensaciones, problemas que van y vienen sin orden ni concierto, en que una mala sensación muchas veces sin identificar, se sobrepone al resto y está planeando constantemente como una sombra durante todo el día. Días en los que el pensamiento pasa de una idea a otra sin sacar nada en claro y sin una conclusión que defina la situación contradictoria. Creo que éste debe ser el peaje por estar vivo, aquello de la mente racional, que debe ser sublimar los instintos y hacer una constante reflexión sobre los mismos; el peaje por disfrutar luego de los grandes momentos que te dispensa la vida y que siempre estan ahí, esperando nuestro estado de ánimo propicio, porque muchas veces esperamos un golpe de suerte, de felicidad, cuando en realidad éste se alcanza con solo alargar un brazo mental.

Y cómo se consigue que el motor de la mente trabaje para ti y no en tu contra. Pues yo personalmente lo intento, y en algunas ocasiones lo alcanzo, corriendo, sí, haciendo footing. Me calzo mis zapatillas de deporte y me lanzo al monte. Concretamente puedo ir a la Dehesa de Navalcarbón o directamente a otra zona más agreste que está por la zona del Cantizal. Allí subiendo y bajando cuestas, entre encinas y otros árboles que no sé identificar, observado por la sombra de algun jabalí, entre liebres, perros (estos últimos me dan pánico cuando se me acercan) e incluso ayer adelantado por un caballo al galope, corro hasta llegar a la carretera de El Escorial, y vuelvo a subir y bajar cuestas hasta que se hace tarde y tengo que regresar a casa.

Es en esta comunión con la naturaleza, solo con mi sudor y respiración, el momento propicio para analizar los pensamientos, cuando uno a uno nos vemos frente a frente y los exprimo hasta sacarles toda la información. Luego los vuelvo a dejar donde estaban aunque sabiendo algo más de ellos, para más tarde ordenarlos, y como decía al principio los intento alinear a mi favor. Si lo etiquetaba como un gran problema, trato de minimizarlo y buscarle solución, pues este problema cuando se identifica primero, luego se aisla y por último se analiza no es tan fiero como lo habíamos pintado al principio. Una buena forma para diluirlo es contraponerle sensaciones, situaciones y pensamientos positivos que seguro todos tenemos, para al final y con una visión más amplia, verlo en este contexto general, junto a estas ideas positivas. En definitiva, poner a nuestro favor el pensamiento, y creo que es en esta comunicación telúrica y ancestral con los pies en la tierra donde mejor me funciona.

viernes, 10 de julio de 2009

EL HOMBRE SIN HUELLA

7:00 de la mañana de un lunes cualquiera en la vida de Juan, el último. Suena el despertador con un ruido que le causa un gran sobresalto. No se acostumbra a madrugar y mucho menos al sonido de este despertador. Mañana lo cambio sin falta –piensa. Una ducha rápida, luego se viste. Entra en el coche.

7:45 La autopista está colapsada, los cuatro carriles están atestados de coches y a lo lejos ve tambien varios kilómetros de coches parados. Pese a vivir esta situación a diario no se acostumbra al gran atasco diario de más de 1 hora hasta llegar a su trabajo. En una incorporación a otra carretera un enorme coche negro se cruza y Juan tiene que dar un volantazo, le saluda con un gran pitido pero el dueño del coche negro no se da por enterado. Juan sigue su camino.

9:00 Como cada mañana, los empleados se agolpan en el hall de la empresa para entrar al trabajo. Juan hace la cola correspondiente sin ser saludado por nadie. El sistema de entrada es relativamente reciente en la empresa, se trata de una hilera de pequeños puestos de entrada con puertas de cristal abatible y con un dispositivo a la derecha para marcar la huella dactilar. Al fondo ve a Luis de contabilidad, le llama pero éste no parece enterarse y accede al edificio. Cuando le toca el turno de poner la huella a Juan éste realiza la misma accción de todos los días. Pero hoy hay novedad, las puertas de cristal que dan acceso a la oficina no se abren. Lo intenta varias veces sin ningún resultado. Juan se dirige al puesto de control que se encuentra en el centro del hall del edificio para pedir a las personas de seguridad que le abran las puertas. En el camino se frota los dedos por si estuviesen sucios y cuando se los mira se queda paralizado del horror. Le faltan las huellas dactilares. Donde deberían estar las huellas de cada dedo solo está la piel lisa y sin líneas. Un sudor frío recorre su frente mientras decide que marchará corriendo a ver a su amigo Enrique, su médico de toda la vida (el de empresa solo le recetaría antibióticos) y luego llamará diciendo que está enfermo.

10:15 Camino de su casa decide parar en un centro comercial cercano para sacar dinero de un cajero. Durante todo el camino se mira los dedos como si las huellas fuesen a aparecer de momento y todo hubiera sido un mal sueño. Pero las huellas ya no existen. Tiene que ser una enfermedad alérgica o la reacción a algún medicamento -piensa. Claro eso debe ser la fenitoina que estoy tomando para mis crisis epilépticas, Enrique me dijo que podían producir alteraciones en la piel –piensa mientras conduce. La rampa de acceso al parking está llena de coches y tiene que esperar para entrar. Aparca y se dirige al cajero. Una vez llega al mismo introduce su tarjeta y su clave de acceso, pero le sale un mensaje que indica “clave incorrecta”. No puede ser, debe estar mal el cajero –piensa.
El centro comercial está atestado de gente, es un hervidero de personas yendo y viniendo con bolsas de todos los colores. Juan se encuentra mal, siente un profundo terror psicológico que le va comiendo la razón. Un hombre pasa por su lado y como si no le hubiese visto le empuja y casi le hace caer. Le grita, pero el hombre sigue andando como si no hubiese ocurrido nada. Las tiendas no dan abasto y el ambiente del centro le aturde tanto que decide marcharse rápidamente a la consulta del médico.

12:00 Tras otro atasco Juan llega por fin a la calle del médico. Se trata de una populosa calle de la ciudad con las aceras llenas de personas en un frenético deambular de un sitio a otro. Le da vértigo este tránsito infinito de gente. Tiene la camisa empapada en sudor. Es casi imposible avanzar entre la muchedumbre. Por fin llega al portal del médico. Sube unas antiguas escaleras y se encuentra de frente a una joven que baja sujetando la correa de un pequeño perro. La saluda cortésmente, pero la joven no le hace caso y sigue bajando las escaleras apresuradamente. Nadie me habla –piensa, lo interioriza.
Juan llega a la puerta del médico y se encuentra con un cartel que dice que hoy no puede ir a la consulta porque está enfermo y que disculpen las molestias.

12:30 Juan se para en medio de la acera y empieza a preocuparse cada vez más. Son demasiados hechos relacionados. Son demasiadas coincidencias. Mientras, camina por la calle sin un rumbo fijo. No está solo y sin embargo lo siente. Suda. Se horroriza.

13:00 Venciendo la parálisis que atenaza sus músculos hace una prueba. Más. Se situa al borde de la acera y llama a un taxi que viene por la carretera en su dirección. Éste pasa de largo, sin ni siquiera el taxista dirigirle una mirada. Hace lo mismo con tres taxis más. Igual. Un sudor frío vuelve a recorrerle la frente. Un calambre invade su espalda. Siente una extraña sensación de vértigo. Vacío. Tiene ganas de vomitar.

13:30 Lo sabe. Con paso rápido se dirige a una máquina de fotos que se encuentra en una esquina de la calle. Último nexo con la razón. Se introduce dentro, echa tres monedas y la máquina realiza cuatro disparos de flash. Con gran desasosiego espera la salida de las fotos. Ya salen…, Juan no puede soportar la visión de la tira de fotos ¡solo aparece la pared del fondo! Vomita en la acera. Nadie parece darse cuenta.

13:45 Alguien le pregunta si le puede ayudar a cruzar al otro lado. Se trata de un ciego con su bastón. Juan aturdido cruza de la mano del invidente. En el otro lado el gentío es mayor, la gente le rodea por todos lados y Juan permanece inmóvil.

14:00 Juan se va difuminando entre la muchedumbre. Nadie se da cuenta.

¿DÓNDE ESTÁ PÉREZ?

Toda la noche en vela esperándole y cuando apareció yo debía haberme dormido

El miércoles a Víctor se le cayó el primer diente. Pero para dentro. Se lo tragó cuando estaba absorto observando a los leones del zoo, masticando una enorme hamburguesa.

Qué disgusto, ahora sin la prueba del blanco marfil cómo iba el Ratoncito Pérez a creerse que de verdad se le había caido el diente, ¿y si estaba mintiendo para conseguir el preciado regalo? Había que demostrarle que efectivamente el diente ya no estaba en su sitio y sin embargo todavía lo tenía Víctor, pero no se lo podía dejar debajo de la almohada.

Y que mejor que hacerle un dibujo que describiera toda la secuencia de los hechos. Pues bien, cogió un folio y se dibujó a sí mismo (escanearía el dibujo para que lo vieseis, pero se lo llevó el Ratoncito Pérez en vez del diente). Sobre su dibujo se pintó de forma más prominente los dientes de arriba y se dejó un hueco entre el cuarto y el quinto diente (según él era este el diente que se le cayó). Luego con una línea siguió un recorrido que iba desde este hueco, bajando por la garganta hasta un círculo que se dibujó en la barriga , el estómago.

Se de buena tinta que al sr. Pérez le gustó, aunque ya digo que estuve la mayor parte de la noche en vigilia esperando para intentar entrevistarme con él. Sobre todo para saber qué sentía haciendo feliz a los niños, porque estoy seguro, Víctor lo fue a la mañana siguiente, descubriendo que su dibujo había sido sustituido por un muñequito de Gormitti y otro de Transformers.

Si le preguntais a Víctor seguro que os cuenta todo lo ocurrido tal como os lo he descrito, yo es lo que he hecho, simplemente me senté a su lado y dejé mi imaginación volar mientras me contaba toda la historia. Veía el diente en su estómago, como pintaba el dibujo y la cara del sr. Pérez cuando por la noche fuese a la habitación de Víctor a dejarle los regalos. De ahí que quisiese ver al sr. Pérez anoche…de hecho creo que oí sus pequeñas patitas subiendo por la cama.

Y es que si escuchamos a un niño atentamente podemos aprender más cosas que en todo el día, solo hay que estar muy atento y abrir mucho la mente, el resto corre de cuenta del pequeño.

miércoles, 8 de julio de 2009

TEMPORADA DE BARBACOAS

Ya llega el calor y empiezan a echar humo las barbacoas. Duro deporte estival éste que pone a prueba tanto el estómago como la capacidad de las arterias. Aunque yo empecé ya allá a principios de marzo en Sevilla con una macro sesión de más de 8 horas de duración y porque se hizo de noche, ya no se veía ni un chorizo y hubo que parar la ingesta de grasas. Además estuvimos todo el rato comiendo, no desperdiciamos ni un minuto, porque esta barbacoa permaneció encendida las 8 horas, fue como la llama olímpica, no se apagó y claro había que aprovechar las brasas.

Este fin de semana pasado han caido dos, sin solución de continuidad, una el viernes y otra el sábado, la segunda como la dosis de recuerdo de la vacuna, para alargar y potenciar los efectos de la primera. Antes de empezar a comer se dice uno a sí mismo, comeré solo ensalada, porque eso sí, en toda barbacoa se hace un bol con lechuga y tomate para atenuar los efectos psicológicos de la panceta y el chorizo. Parece que pinchando dos o tres veces ensalada sentimos el efecto placebo-cerebral de la comida sana. Además del efecto visual atenuador del remordimiento que supone el ponerse morado de chorizo pero ante la presencia de la lechuga. Y así luego podemos decir que hemos hecho una barbacoa, pero sana ¡eh!, que hemos comido ensalada (incluso alguien puede echar alguna verdura a las brasas), ¡falso!, como se puede llamar barbacoa equilibrada a meterse para el cuerpo varios bocadillos de panceta, otros tanto de chorizo y morcilla, costillas, chuletitas…y tres pinchadas de lechuga.

Para esta semana tengo en la agenda ¡tres barbacoas! y en días consecutivos. Qué va a ser de mi, y lo digo porque no voy a tener espacio suficiente en el estómago. Qué envidia me dan los rumiantes, con sus cuatro estómagos, ahora que lo pienso, podría hasta programar otra barbacoa más para esta semana. Y es que en el fondo es todo un espectáculo visual y olfativo, el ver esos chorizos sudar gota a gota avivando las llamas, esa panceta crepitando y encogiéndose ante los efectos de las brasas, esa alita de pollo que se mete por la rejilla y se va quemando ante los intentos en vano por rescatarla, y que decir de ese humo que lo impregna todo, que te ahuma la camiseta dándole vida propia y que te deja en las fosas nasales el recuerdo para varios días. Pero quién piensa en el colesterol en esos momentos, si luego de postre me tomo un Danacol.

Y que decir de los sueños pesados que produce una buena barbacoa nocturna. La otra noche soñé que era abducido por un grupo de pancetas enmascaradas. Querían introducirse en mis venas directamente, sin seguir el proceso normal de ingestión de colesterol, yo intentaba dialogar con ellas y decirles que no estaban siguiendo el procedimiento adecuado, al final, creo que producto del síndrome de Estocolmo, nos hicimos amigos y lo celebramos con una barbacoa. Al despertar estaba empapado en sudor y pidiendo a gritos un Almax.

Llegado este punto tengo que hacer una confesión, despues de la cual y oido mi testimonio creo que ya no volverá a ser lo mismo. Y es que desde aquí confieso que no soy un ejecutor de barbacoas, si alguien me pregunta no sabría decirle cómo se encienden los carbones. Yo soy un comensal de retaguardia, y es que, la verdad, siempre hay voluntarios para la línea de vanguardia, incluso hay veces que hay disputas dentro del grupo para ver quién hace la barbacoa, y claro ante este entusiasmo mi pretensión es la de no hacer infeliz a nadie y dejarle que disfrute. El voluntario se planta su gorra y se va al frente de batalla, armado solo con una cerveza y unas pinzas y es que la barbacoa suele estar colocada estratégicamente en el sitio donde más pega el sol. Mientras la retaguardia está situada a la sombra y bien provista de provisiones y bebidas. Cuando esta persona marcha al frente se le despide con gritos de ánimo y apoyo del tipo: ¡la panceta que esté bien hecha!, ¡ve sacando los chorizos rápido que tenemos hambre! ¡las alitas déjalas más tiempo que tardan más en hacerse! ¡no quemes las chuletitas! De vez en cuando alguien en la retaguardia se acuerda de que tenemos un soldado en el frente y poniendo en riesgo su integridad atraviesa el sol con una cerveza y un montadito de chorizo (que debe ser ya lo único que le quede para cuando regrese al campo base después de hacer la barbacoa).

Para terminar diré que lo que me da miedo del día despues de una exposición prolongada a las barbacoas es el síndrome de abstinencia. O se buscan sustitutivos de la panceta y el chorizo que tengan menos concentración de colesterol como el chopped o la mortadela con aceitunas, o se recurre a lo que un amigo mío me ha dicho que ya comercializan las farmacias en verano, que son como los de nicotina, los parches de panceta.

Pero lo que de verdad necesito en estos momentos es…pastar.

lunes, 6 de julio de 2009

EL MARCIANO POCOL

Pocol era un marciano bueno. Era de color verde, pequeñito y tenía unas antenas como trompetitas también verdes. Vivía en Marte en una casita excavada en la roca y con un garaje al lado para su platillo volante. Llevaba muchos años solo, quizás más de 1.000, había perdido la cuenta. Los días los pasaba barriendo el suelo de su casa que se le llenaba de polvo rojo y por la noche se sentaba en una gran roca a ver como las estrellas fugaces recorrían el cielo.

Una noche, sentado en su roca, se preguntó a donde irían esas estrellas. Quizás iban a una fiesta de cumpleaños. Esa noche decidió montarse en su platillo volante y seguir a una, a lo mejor le invitaban y conocería a amigos, probaría la tarta, soplaría las velas y cantaría cumpleaños feliz.

Siguió con su platillo a una estrella muy luminosa y cuando estaba en su cola le preguntó:
-Hola estrella, me llamo Pocol, ¿a dónde vas?
-Hola Pocol, no lo se exactamente, me he puesto en movimiento y ahora no puedo parar.
-¿Y entonces no vas a una fiesta de cumpleaños? ¿no voy a conocer amigos? –dijo Pocol.
-¿Quieres conocer amigos?, por mi órbita paso cerca de un planeta pequeñito y azul donde habitan unos seres chiquitines que se llaman niños a los que les gusta jugar mucho y tener amigos. Además los marcianos como tú solo son visibles para los niños por lo que no tendrás que dar explicaciones a otros seres más grandes y sin imaginación que se llaman adultos.

Y así cuando la estrella pasó cerca de la Tierra se lo dijo a Pocol para que se desviase con su platillo volante. Pocol se acercó a la Tierra y a lo lejos divisó a muchos seres pequeñitos, pensó que debían ser los niños, estaban jugando alrededor de un cuadrado lleno de agua y algunos estaban dentro (más tarde se enteraría de que aquello se llamaba piscina). Aparcó su platillo debajo de un cocotero y se acercó a un grupo de niños que estaban jugando con unas cosas que echaban chorros de agua.

-Hola niños de la Tierra, soy Pocol de Marte y quiero ser vuestro amigo.
-¿Pocol? –dijo uno de los niños-, eres muy raro y verde.
-Eres como un insecto –dijo otro- Mi papá tiene un insecticida para bichos como tu que entran por la ventana.
-Vete Pocol no queremos que seas nuestro amigo –dijeron todos.

Pocol no podía llorar porque los marcianos no lloran, pero si que estaba muy triste. Se sentó solo y se puso a mirar al cielo.
-Hola Pocol, -oyó de repente a su espalda.
Se volvió y vió a un niño que le hablaba.
-Hola, ¿cómo te llamas? –preguntó Pocol.
-Me llamo David, ¿quieres ser mi amigo?
-Claro David. Y el corazón o lo que fuera que moviese el cuerpo de Pocol se llenó de una felicidad como no había sentido en por lo menos 1.000 años.

Estuvieron jugando alrededor de la piscina lanzándose agua con unas pistolas muy chulas con forma de tiburón. También jugaron al escondite, aunque Pocol como era verde se tumbaba en el césped y era muy dificil de encontrar. Luego David le enseñó su casa y Pocol se extrañó de que el suelo no estaba lleno de polvo rojo, incluso se podían sentar en él a jugar. David le lanzaba coches y Pocol se los devolvía. Los favoritos de David eran los que tenían sirenas, así que le enseñó a Pocol el ruido que hacían. Cuando se cansaron de jugar con los coches, David le enseñó su colección de cuentos, había de todos los tipos pero uno de animales fue el favorito de Pocol, porque David le enseñaba el nombre de cada uno y el ruido que hacían, Pocol estaba con la boca abierta de admiración.

Pocol estaba entusiasmado, pasaron horas jugando. Cuando llegó la hora de la cena, David le guardó a Pocol un plato de macarrones para que comiese. David le enseñó a comérselos, se cogían con la mano, se ponían en los dientes como colmillos, se miraba a través de ellos…A Pocol le encantaron, terminó con toda la boca llena de tomate como David, fue divertidísimo.

Era ya de noche y David se tenía que ir a dormir. Pocol tenía que regresar a su casa, pues el suelo estaría todo lleno de polvo rojo. David le regaló el cuento de animales para que Pocol pudiese leer un cuento por la noche antes de dormir.
Se despidieron al estilo marciano, con un tironcito de antenas u orejas, dependiendo del caso.

-Hasta pronto David, he encontrado un amigo y soy el marciano más feliz del mundo. Volveré para jugar contigo.
-Adiós Pocol, yo también te esperaré para jugar. Te avisaré cuando haya macarrones para cenar.

Pocol se montó en su platillo y se fue. Si pudiese llorar, lloraría, pero de alegría

A David, que le puso el nombre de Pocol al marciano de los Petit Suisse de Hacendado.

domingo, 5 de julio de 2009

ICH-PI-EL

La lluvia cae sin cesar sobre los viejos adoquines que de forma irregular pavimentan el apestoso callejón. La luna se refleja en charcos de extraña densidad que piso sin preocuparme en mi alocada carrera. El olor a pescado podrido es mucho más fuerte en esta parte del puerto de Innsmouth, tanto que a veces tengo que taparme la nariz para no respirar este aire de insana pestilencia. Las calles, forman giros de imposibles ángulos salidos de una geometría infernal que se van estrechando hasta que las paredes de los viejos edificios de gastado ladrillo parecen tocarse por la parte superior de sus extraños y oscuros chapiteles, tropiezo y caigo al suelo, me levanto rápidamente miro hacia atrás y continuo mi carrera de pesadilla hacia ningún sitio. Las viejas farolas que cuelgan de las paredes como fantasmagóricos brazos apenas reflejan un mísero haz de luz sobre el suelo.

¿Cómo he llegado hasta aquí?, pienso mientras detengo un momento mi carrera para respirar en la entrada de la torre de la iglesia. Esta mañana recibí una carta de mi tío Obed que con un trazo inseguro y muchas palabras ilegibles decía así:

“Innsmouth 12 de noviembre de 1932
Querido sobrino:
Eres mi último familiar que queda sobre la tierra y no tengo tiempo para contarte toda la historia con detalle…(no se entiende)…el proceso ha comenzado, no hay cura ni remedio para ese cambio…(ilegible)…garras y agallas. El Gran Pez …(no se entiende bien, quizás pone Profundos)…hace muchos años, llegaron del mar…(ilegible)…tu abuela …(ilegible)…con ellos. Es la herencia…(ilegible)…No puedo escribir…(ilegible)…membranas…”

Aquí terminaba su carta, estaba seguro de que algo terrible le había pasado a mi tío, estaría afectado por una grave enfermedad y sin nadie que le cuidase estaría sufriendo en el más absoluto abandono. Sin pensármelo dos veces salí con lo primero que llevaba puesto y conduje toda la tarde hasta llegar al costero pueblo de Innsmouth. Otrora un pueblo industrial que basaba toda su economía en la pesca y en su manufactura, hoy un pueblo decadente y en constante abandono.

Llegué al anochecer, todavía con la suficiente y mortecina luz del crepúsculo para divisar al fondo de la vieja carretera el pueblo de Innsmouth. Destacando sobre un mar de abigarrados tejados sucios y negros estaba la ancestral torre de la iglesia, escorada peligrosamente hacia un lado fruto quizás de la irregularidad del terreno, de oscura piedra y rematado por un pequeño campanario con unas oxidadas campanas que tañeron su sonido por última vez lustros atrás. Quizás fue un reflejo de los últimos rayos del sol o producto de mi tensión y cansancio, pero una sombra furtiva pareció deslizarse por un ventanal del campanario.


Aparqué el coche y me dirigí andando por el puerto hacia la casa de mit tío. No se veía un alma andando por la calle, el puerto, que hace años dejó de ser un hervidero de pescadores descargando sus barcas llenas hasta el borde, de trabajadores yendo y viniendo desde las factorías cercanas con sus carretillas atestadas de pescado, de vendedores que gritaban la subasta del pescado…ahora el silencio era sepulcral, el mar, maldito decían los más viejos, apareció un día cubierto por una manta de peces muertos, y desde entonces dejó de dar sus frutos y las aguas se volvieron negras y espesas. El fuerte olor a pescado y a algas putrefactas era casi insoportable. Una espesa niebla llegó repentinamente desde el mar para quedarse flotando, suspendida en jirones de caprichosas y siniestras formas, acelerando la fría oscuridad que se había cernido sobre el pueblo.

No recuerdo en estos momentos cómo llegué al portal de mi tío, la oscuridad y la niebla hacían que tuviera que ir tanteando la pared para finalmente encontrar el asidero de un desgastado pomo de herrumbroso metal. Empujé la puerta y ésta cedió con un lastimero quejido de dolor, cerré y busqué el interruptor de la luz que apareció a mi derecha, lo accioné y una tenue luz se proyecto en la estancia. Delante mía se abría un pequeño recibidor con unas paredes viejas, desconchadas y llenas de negras manchas de humedad. Aquí el olor a pescado podrido era una presencia casi física, tanto que tuve que avanzar tapándome con la mano. Al fondo unas pequeñas escaleras con los viejos y desgastados peldaños de madera conducían hacia la planta superior. Subí los escalones entre un estruendoso crujir de madera, el olor era ya casi insoportable. Llegué ante una puerta de madera hinchada por la humedad y la suciedad de años, era la puerta del dormitorio de mi tío, me encontraba en un estado de exitación nerviosa, un estado que no podía identificar porque aunque mi lado racional pensaba que al abrir la puerta me encontraría a mi tío en la cama sonriéndome y diciéndome que había estado con una fuerte gripe, habitaba un recuerdo primigenio en mí que me negaba esta realidad y presentaba otra más oscura, ésta era la parte que estaba produciendo en mi un paroxismo de miedo a lo que hubiera al otro lado.

Un sudor frío me recorría todo el cuerpo, el olor era ya tal que envenenaba el aire que respiraba. Quería salir corriendo, montar en el coche y huir a toda prisa de este pueblo de pesadilla, pero era mi tío el que estaba dentro. Con una mano temblorosa empujé la puerta hacía adentro. Vomité sobre el sucio suelo, mi cabeza se sumergió por un segundo en el vértigo del abismo,…allí sobre la cama de mi tío estaba postrado un monstruo salido del averno, tenía la constitución de un repugnante sapo, de un color verde casi negro, con brillantes escamas repartidas por el cuerpo; con unos brazos y piernas contrahechos y terminados en unas garras con membranas entre sus dedos. Pero la cabeza, sin duda., se asemejaba más a la de un pez que a la de cualquier otro ser vivo. Tenía unas branquias rojizas que se movían en un repugnante compás y que expulsaban un execrable y denso líquido negro . Sus saltones ojos me miraban fijamente, yo los miré también y me di cuenta de que no miraba a un monstruo…¡estaba mirando a mi tío! En ese momento vinieron a mi mente las palabras de la carta de mi tío…, “garras, agallas, Gran Pez” y sobre todo la que me sumergió en la más obscena de las pesadillas…”herencia”.

Corrí, corrí, sin mirar atrás, hasta que llegué a la base de la destartalada torre de la iglesia. Crucé la puerta y subí los pequeños y sucios escalones de una escalera que vista desde abajo parecía circular, pero que a medida que subía formaba extraños e intrincados ángulos. El sonido del viento se colaba por los resquicios que dejaban las grietas de las paredes, interpretando una macabra melodía. Perdí la noción del tiempo y del espacio; no se cuanto tiempo estuve subiendo, pero finalmente llegué al campanario, desde donde se divisaba el rompiente mar contra el puerto y los malditos tejados de Innsmout. El viento en el rostro me devolvió por un instante la razón, el tiempo necesario para recordar lo que un día me contó mi madre sobre una mujer saliendo una noche furtivamente del pueblo con un niño pequeño en brazos para alejar una maldición innata,…para detener una herencia.

jueves, 2 de julio de 2009

LOS NOMBRES

Voy a empezar con un comentario que escuché en la radio hace algunos años y luego veremos de qué seguimos hablando. Era una tarde de verano de hace por lo menos 8 años y venía, creo que de hacerme el DNI, montado en un taxi camino de nuevo al trabajo. El taxista tenía puesta una emisora de radio (no recuerdo cuál) y uno de los invitados de esa radio, me imagino que dentro de un foro en el que estaban hablando de nombres, contaba una anécdota que le había sucedido unos días antes. Estaba él en una playa y a su lado había una familia con una niña de unos 6 ó 7 años. La niña en cuestión por lo que oyó a los padres se llamaba Sigunni (me imagino que se escribiría Sigourney). En ese momento ya me quedé pegado a la radio porque lo que seguía debía prometer, y efectivamente, no defraudó. Pues bien, la familia acababa de comer y la niña se estaba metiendo en el agua, y en esto que la ve la madre y grita: “¡¡¡Sigunni, hasta el coño ná más!!!” Conclusión, si ya es irreversible y has puesto este nombre, modera un poco el lenguaje que lo va a rodear, déjalo estar, no lo menees.

De verdad, que esto de los nombres es de traca, y no solo por lo que da de sí la inventiva sobre el propio nombre, sino incluso por las combinaciones a lo Gomaespuma que se pueden hacer con un buen apellido detrás. Y es que los padres deberían tomar conciencia no solo de la educación de sus hijos, su porvenir, sus amistades, etc., hay un paso previo a todo esto que va a marcar la vida de este recién nacido y es la elección del nombre, pues puede ser una servidumbre al cachondeo, porque anda que cuando estás en el colegio los niños se cortan en hacer comentarios. Si ya tu padre se apellida Folla estás condenado, pongas el nombre que pongas estás perdido, pero si el apellido es por ejemplo Torio (caso verídico), tienes posibilidad de esquivar el accidente, ¡no le pongas a la niña Aitana!, ponle Rosa. Además esto va por modas, en los 70 eran los nombres hippies como Amor, Libertad; Paz, Armonia…que más bien parecía que estabas leyendo el horóscopo. Luego llegaron .los nombres de personajes de series televisivas y actores, luego los nombres pijos, los estrafalarios…

El siguiente paso en la vida de una persona es cargarse su nombre, y para ello nada mejor que los los diminutivos, atentado que en la mayoría de los casos es cometido por los padres en la tierna infancia de los bebés. Así que te llamas Yolanda y te dicen Cuqui, te llamas María y te dicen Chini,…yo sobre ésto recuerdo el diminutivo que tenía la hija de unos amigos de mis padres de la playa. Se llamaba Isabel María, pero todos, incluidos los padres (que me temo que fueron los cooperadores necesarios) la llamábamos Chete (a la que si me está leyendo mando un beso muy grande). Y no os podeis imaginar de donde venía el, más que diminutivo, apodo, pues agarraos que venía de chochete. Chete por aquella época tendría unos 9 años y era peculiar, insultaba al padre, pero con “taco” de gracia, tenía una foto de Bertín Osborne en su cartera que cada vez que la sacaba la “hinchaba” a besos y se reía mucho de su peso, estaba bastante gorda. Recuerdo que un día, en una fiesta que hicimos en casa de mis tíos, al sentarse dobló la barra del asiento del sofá. A nosotros nos recorrió un sudor frío de pánico y lo intentamos arreglar para que no se diese cuenta, enderezándo la barra en cuestión. Pero fue un intento en vano, esa noche mi tío se sentó a comprobar la quiniela en el sofá y conforme iba apuntando las equis, doses y unos iba descendiendo poco a poco, muy lentamente, hasta quedar casi sentado en el suelo. Imaginaos nosotros que tendriamos 15 ó 16 años, no podiamos parar de reir mientras mi tío estaba encendido en cólera.
Resumiendo y sobre todo un aviso para futuros padres, contened vuestro espíritu creativo con el nombre de vuestro retoño, pensad también en que un diminutivo puesto a vuestro hijo o hija recién nacido que lo veis tan rollizo, tan canijo y está para comérselo no tiene tanta gracia años despues en la Facultad de Ingenieros y sobre todo haced pruebas, muchas pruebas de sonido combinando nombre y apellidos.

miércoles, 1 de julio de 2009

GRAVEDAD

Lunes 12 de noviembre de 2012.
Transbordador New Hope. Cuatro tripulantes a bordo, dos mujeres y dos hombres.
En algun lugar entre la Tierra y la Luna.

-Aquí New Hope llamando a Houston, contesten, por favor.
(Silencio)

-Nada, seguimos sin contestación. ¿Has revisado los sistemas de comunicación?
-Si y no dan ninguna incidencia. Emiten la señal correctamente.
-Sino fuese porque se ve la Tierra desde la nave diría que habríamos entrado en un agujero negro. Vuelvo a intentar la comunicación.

-New Hope al habla, contesten, por favor. Tenemos que iniciar fase de orbitación para entrada en atmósfera terrestre en 24 horas.

-Iniciando fase de acercamiento.
-¡Eh! fijaos¿¡Qué es ese anillo que rodea el planeta!?...¿quizás asteroides?
-Nos estamos acercando y podemos entrar en colisión con las rocas… No, ahora se ve mejor, no son rocas…

Un terrible silencio planea en el interior de la nave. Los cuatro miran atónitos por las ventanas y monitores la composición del anillo. No son rocas. Aquí y allá flotan cientos, no, miles de cuerpos inertes, antes habitantes de la Tierra, rodeados por animales, coches, casas, barcos,…todo lo que el ser humano había creado flotaba en un viaje caótico a ninguna parte.
La nave hace un giro de 180 grados y en ese momento la portada de un periódico se queda pegada a una de las cámaras exteriores. Todos corren al monitor a leer las noticias:

“Domingo 11 de noviembre de 2012. Edición extra.
PÉRDIDA DE GRAVEDAD EN EL PLANETA
Esta mañana los habitantes del planeta se han levantado con la extraña sensación de estar flotando, se han perdido las comunicaciones y la vida en el planeta se ha paralizado. Una pérdida de gravedad parece ser la causa.
Consultados científicos de todo el mundo han aventurado posibles causas de esta desgravitación terrestre. Desde Hong Kong el Centro de Ciencia para el Desarrollo Humano afirma que la causa puede estar en la creciente desforestación por la tala indiscriminada de árboles. Científicos de Estados Unidos desmienten esta teoría y afirman que puede ser causada por las continuas emisiones de CO2 a la atmósfera. Sin embargo desde Europa aventuran como causa más posible de esta desgravitación la enorme desertización que sufre el planeta y el uso no racional del agua. Fuentes consultadas por este periódico avanzan otra posible causa que es la ruptura de la biodiversidad terrestre y marítima junto con la contaminación de ambos hábitats.
Se ha reunido de urgencia el Consejo de Seguridad de la ONU con la presencia de todos los líderes mundiales, los mandatarios de las grandes potencias abogan por una moratoria de la solución hasta que la causa no esté claramente definida; en una declaración conjunta han afirmado que parar los ritmos de producción a gran escala provocaría una caida de las Bolsas y de la economía a nivel global sin parangón.
Preguntados los científicos expertos que los Gobiernos han traido como consultores, afirman que esta desgravitación es sin duda temporal y que es un reajuste que la Tierra hace cada ciclo o periodo, por lo que en las próximas horas o días todo volverá a la normalidad...


Y la Tierra nos expulsó.

POWERPOINT

Bonita arma ha dejado Microsoft en manos de algunos desaprensivos, y es que este aplicativo lo carga el diablo. Quien trabaje en una gran empresa sabrá de qué hablo y para quien no sepa ni lo que es el “Powerpoint” le pongo en antecedentes.

Se trata de un programa para realizar presentaciones en diapositivas (slides) para Windows. Primero hay que tener una idea, más bien mala idea, y plasmarla con diferente tamaño de letra, con muchos colores y con formas geométricas variadas, tiene que ser un “leit motiv” que provoque entre los receptores de la presentación la idea de que estan ante algo nuevo e innovador. El secreto está en esto último, y me explico, podemos estar hablando en todo momento de un chupete, pero la audiencia no se debe dar cuenta, y en ello está la habilidad del ponente, en usar una idea que ya existe, aunque sea vieja como los dinosaurios y revestirla de un aura de modernidad, de inventiva, de ser un gran descubrimiento, de ser el proyecto más valioso para la empresa, y aquí es donde interviene el susodicho “powerpoint”, es la chistera de este gran mago de los negocios que es el “powerpoint man” (hay que introducir términos en inglés para darle más verosimilitud a la acción), en adelante “ppm”. Volvamos al ejemplo del chupete. La primera máxima de este “ppm” es no decir nunca la palabra chupete, siempre hay que usar de figuras literarias como la metáfora, metonimia,etc. y la primera slide (diapositiva) pondría en grande “REVOLUCIÓN INFANTIL”, a partir de ahí y con los colores que marquen los cánones estilísticos de la empresa en cuestión, hacer un juego de retruécano donde lo imposible parezca posible y donde se de solución a lo presumiblemente insoluble. Pasariamos por slides con términos como “látex milagroso” para referirnos a la satisfacción que vamos a producir al cliente, sin olvidarnos, por supuesto, de qué departamentos estarán involucrados en este proyecto (aquí el ppm debe ser extremadamente habilidoso para que no le roce ni un centímetro el trabajo de puesta en acción, él es un creativo, no un currito), para pasar al plato fuerte, que sería el ahorro de costes, aquí la inventiva no debe tener límites, pues la reducción de costes será inversamente proporcional al éxito final del ppm y tampoco hay que escatimar en número de slides y efectos visuales, los sonoros se descartan por confusos.

Los aplausos finales refrendarán la excelencia de la presentación del ppm y aquí el ego de este último puede alcanzar cotas de megalomanía, en su mente se verá entrando en el panteon creativo de Mozart, codeándose en la oratoria de Cicerón o descubriendo cual Marco Polo. Será un gigante de la conquista, un nuevo César y posiblemente esté nominado para un futuro ascenso en la empresa. Pero todavía la vuelta de tuerca es mayor si la presentación es de una consultoría, pues esas magníficas diapositivas del chupete, una vez realizado el primer trabajo creativo, servirían tanto para una presentación en una fábrica de buñuelos como para una de bisagras para puertas. ¡Oh! Bendito Powerpoint que eres el disfraz del vacío y la imagen del artificio.