martes, 27 de octubre de 2009

EL LADRÓN DE SUEÑOS (7)

“Sevilla a 10 de febrero de 1934

Estimado señor Howard acusamos recibo de su misiva de 30 de enero. Nos complace su interés en el seminario que le ofrecimos en septiembre del pasado año. Le confirmamos que nuestra oferta sigue en pie en todas sus condiciones. El comienzo del curso que usted impartiría sería el día 1 de abril y la finalización el día 31 de enero de 1935. Del 15 de junio al 15 de septiembre serán considerados vacacionales a todos los efectos.

Reiteramos nuestro gran interés en dicho seminario dada su erudición sobre historia de las antiguas civilizaciones. Es un honor que prestigiará nuestra humilde Universidad. Por ello le agradecemos el esfuerzo que realizará para compartir con nosotros sus conocimientos.

A la espera de tenerle pronto en nuestra Universidad. Reciba un cordial saludo.

Suyo afectísimo.”

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El día 20 de febrero partía el carguero “Nueva Esperanza” rumbo a Londres desde el puerto de Nueva York. Conseguí el pasaje gracias al amigo de un conocido que trabajaba en el puerto. Ningún barco de línea tenía prevista su salida rumbo a Europa con anterioridad, por lo que este contacto fue providencial. Una reunión previa con el capitán Stevenson, patrón de la nave, se debía producir el mismo día de la partida. El lugar de encuentro era una taberna cercana al puerto.

Allí estaba yo con mis dos maletas, sentado en una mesa cercana a la barra. Un tipo alto y enjuto con una raída gorra de marino entró en el local. Vestía un tres cuartos de color azul marino y unos sucios pantalones también del mismo color. Al acercarse hasta mi mesa me di cuenta de su fealdad. Tenía los ojos saltones como un sapo, la nariz chata y una inmensa boca con un labio leporino. Su rostro estaba cruzado desde la sien derecha hasta la comisura del labio por una irregular cicatriz. Se plantó frente a mí, se quedó mirándome durante unos segundos. Finalmente habló.

-¿Es usted el señor Howard? –su voz era ronca, rota, sin duda por el exceso de alcohol. Su aliento, pese a la distancia, me llegó fétido.
-Efectivamente, y usted debe ser el capitán Stevenson –dije con una voz que pretendía ser dura para sobreponerme al horror que me producía este ser.
-Sólo dos condiciones para aceptar su presencia en mi nave. La primera nada de preguntas y la segunda no interfiera ni moleste a mi tripulación. –dijo carente de cualquier cortesía o tono de diplomacia.
-No se preocupe capitán, mi única pretensión es llegar lo antes posible a Londres.
-Bien, bien…dentro de dos horas partimos. No le esperaremos ni un minuto de más.

Se dio la vuelta y sin dirigirme la mirada desapareció por donde había entrado. Pensé por un momento en volverme y no realizar esta travesía, escribir a la Universidad de Sevilla y dar marcha atrás con todo. Pero ya había dado el paso y tenía puestas todas mis esperanzas en este viaje. Cuánto me arrepentiría después de no haber tomado esta decisión.


El carguero “Nueva Esperanza” era un viejo navío de casco oxidado. Dos altas chimeneas sobresalían del resto del barco que presentaba también un herrumbroso aspecto de desconfianza. Un viejo marino me ayudó a pasar la estrecha pasarela que conectaba con el muelle.
-Me ha dicho el capitán que su camarote es el primero siguiendo este pasillo –me dijo estas palabras mientras miraba hacia un lado y señalaba al contrario.
-Gracias.

Casi un mes debía permanecer metido en aquel infecto camarote. Un pequeño cuarto de apenas tres por tres metros, con unas paredes que no habían sido pintadas desde la construcción del barco. Solo se habían retocado zonas para disimular los trozos agrietados, abombados o llenos de humedad, lo que provocaba una desagradable sensación de suciedad. En la pared izquierda había un pequeño y desaliñado catre. En la opuesta una oxidada taquilla de pie con las puertas entreabiertas, luego comprobé que era casi el máximo movimiento que permitían las bisagras. Dejé con desánimo mis maletas en el suelo y me tumbé en la cama. Solo serían unos días, me repetía una y otra vez.

Partimos como había anunciado el capitán, ya casi de noche. Alguien llamó a mi puerta, era el viejo marinero que me traía la cena en una bandeja. Estaba claro que querían que me relacionase poco con la tripulación. Cené con rapidez para acostarme lo antes posible. Estaba muy cansado y me dormí enseguida.

Empecé a oír voces que poco a poco fueron pasando de mi sueño a la realidad del camarote. Alguien estaba hablando en el exterior, cerca de mi puerta. Cuando las voces se alejaron, me asomé por la puerta. Las figuras del capitán dando órdenes al viejo marinero se recortaban contra el crepúsculo del horizonte. Sin pensarlo dos veces salí de mi camarote, sigilosamente me situé detrás de un fardo, a pocos metros de las dos figuras.

-No quiero ningún error en el transporte de la carga. Deben llegar todos los barriles en perfectas condiciones. Este licor que transportamos nos proporcionará importantes ganancias, lo suficiente para tomarnos unas vacaciones durante un tiempo.
-No se preocupe capitán que así se hará. Lo único que me preocupa es el mequetrefe que llevamos a bordo –sabía positivamente que el viejo se estaba refiriendo a mí. Desde el primer encuentro me había dado cuenta de que no le había caído bien.
-Tú preocúpate de cumplir mis órdenes. El señor Howard es mi responsabilidad. Necesitamos el dinero que nos ha pagado por el viaje, además, y aunque no te importe, tiene muy claro cuales son sus obligaciones en mi barco –me sorprendió esta casi defensa que de mi persona realizó el capitán.
-Claro capitán, no quería cuestionar sus órdenes –en la voz del marino se notaba el tono que infunde el miedo. Este capitán no parecía que hablase sólo de boquilla, debía llevar hasta el fin sus órdenes y promesas.

Los dos desaparecieron por una escotilla que llevaba a las bodegas. Me pareció muy arriesgado seguirles, por lo que decidí volver a mi camarote a dormir. Más tarde me enteraría de que otro marino en la sombra había seguido cada uno de mis pasos.

miércoles, 21 de octubre de 2009

EL LADRÓN DE SUEÑOS (6)

(IV)

(-Se desliza mi mente en un espacio intemporal de oscuridad que abrasa que quema mis sentidos aletargados por la servidumbre a este ser sin forma que mora en mi mente abominable monstruo que vivió en pasadas eras de lucha en la tierra para al final ser derrotado o no y llevado a este agujero sellado para los eones venideros que es frontera puerta a la vez a la espera de salir de nuevo y tomar lo que un día le perteneció por derecho propio reclamar su trono de sangre ocupado ahora por los humanos todo esto leí en aquel libro de arcana enseñanza que cayó en mis manos por casualidad cuando aun era casi una niña una y mil veces le di lectura hasta aprendérmelo de memoria podía recitar sus pasajes sin saltarme una coma hasta en sueños los repetía sin descanso porque había algo en aquellas letras que se quedaban grabadas en mi interior sin que pudiese hacer nada por olvidarlas saltando de las aborrecibles páginas a mi cabeza escribiéndose con letras de fuego en mi pensamiento así viví con este poder de conocimiento hasta que conocí a la madre de mi verdugo vivía en la misma casa que yo llegó una oscura noche de invierno contigo aun siendo un bebé parecía que huía de algo se refugiaba de un horror que sólo ella por aquel entonces conocía pronto nos hicimos amigas hablamos durante horas días meses de su hogar de Innsmouth de la maldición que pesaba sobre ellos sobre la que yo había leído ampliamente en mi libro maldito conociendo muchas más cosas de las que ella podía imaginar sabía el origen de aquella transformación de por qué no se podía eludir la misma pero también conocía de los poderes que otorgaba la misma de las posibilidades que ofrecía para alguien que estuviese ansiosa por poner en práctica los conocimientos adquiridos así que fui realizando pequeños hechizos para probar la realidad del libro para conocer los límites la verdad o la ficción de lo que allí había escrito y no me defraudó aquel libro atesoraba conocimientos de mentes anteriores al hombre mucho antes incluso del nacimiento de la tierra cuando otros planetas eran jóvenes y manos que no lo eran escribieron aquellos textos ahora podía deshacerme de la madre para quedarme con su retoño para tener la llave que abría portales de abismos insondables de oscuras y negras sombras así lo acogí como un tutor acoge a su pupilo enseñándole como un maestro lo hace con su alumno preparándole día a día para el momento más importante de su vida de la Vida sin darse cuenta le iba inculcando mediante largos ensalmos en sus noches de sueño los caminos que tenía que seguir muchas fueron las noches de vigilia en las que permanecía a su lado despierta recitando los oscuros pasajes que preparaban al novicio para ser la llave la puerta de los intrincados ángulos no euclidianos que daban paso a esta frontera al ser al que ahora sirvo pero en Arkham no contaba con que la fuerza de mi pupilo no era ya la de un niño su mente había sido preparada sin dejar resquicios para servir a mis fines en el negro altar pero me había faltado un último acceso a sus sueños a su mente para reducir la poca fuerza de voluntad que le hubiese quedado en esos momentos y él rompió todo el círculo que había estado trazando durante años que había planeado cada hora de mi vida para dejar entrar al que mora en las llamas ahora estoy aquí siendo una esclava yo que iba a dominar el mundo que iba a ser la dueña de todo lo conocido y por conocer soy ahora la sirvienta siento un inmenso dolor que me quema me invade cada parte de mi ser llenando mis momentos de una infinita rabia y odio me mantiene la esperanza de que llegue el momento propicio para escapar ejecutar una terrible venganza sobre el ser que me ha traído aquí no encontrará descanso sitio en la tierra donde le pueda buscar y encontrar porque mi existencia se reduce a ejecutar lo que mis sentimientos me están reclamando desde que he llegado a este infierno de oscuridad no verá más la luz le arrastraré a un pozo negro de dolor como el de mi abismo)

martes, 13 de octubre de 2009

EL LADRÓN DE SUEÑOS (5)

La noche estaba próxima a caer, por lo que le propuse a James cenar y pasar la noche en casa. Aceptó mi invitación. Comimos lo poco que podía ofrecerle, una frugal cena fría. Luego nos volvimos a sentar en los mismos sitios que habíamos ocupado antes. Tenía la impresión de que mi amigo estaba impaciente por contarme algo.

-Howard, he estado pensándolo mucho estos meses y tengo que hacerte una propuesta que seguro no rechazarás. –me dijo con cierto aire de misterio en su voz.
-Cuéntame James, ya sabes que soy impaciente por naturaleza.
-¿Recuerdas los escritos que me mandaste antes de entrar en la Universidad de Miskatonic? Me dijiste que querías empezar una nueva vida, continuando con tu labor docente en una nueva ciudad. Me enviaste tu trabajo para que lo enviase a las universidades que yo considerase oportunas. ¿Te acuerdas?
-Claro, te dije que necesitaba reemprender mi carrera. Incluso recuerdo que el trabajo que te envié era un estudio sobre las antiguas culturas de Alaska.
-El trabajo lo envié a varias universidades de la costa oeste, pero también de Europa.
-¿Enviaste mi trabajo a Europa?
-Lo siento Howard, me tomé cierta licencia…
-No te preocupes James, -le interrumpí-. No te puse límites en cuanto a localizaciones. Pero sigue contándome, por favor.
-Pues bien, recibí la contestación de una Universidad europea. Llegó varios meses después de haber enviado tu trabajo. Aquí tengo la carta –me pasó un papel con el membrete de una Universidad de España. Estaba escrito en castellano.

“Sevilla a 3 de septiembre de 1933

Estimado señor James: hemos recibido la obra de su colega el señor Howard. Nuestro departamento de Historia, y concretamente nuestro titular el decano, ha quedado gratamente sorprendido. La calidad, profundidad y erudición que demuestra el escrito está fuera de todo parangón en estudios de culturas antiguas de las civilizaciones, sobre sus mitos y sus leyendas.

Hemos manifestado, en consejo interno, el gran honor que supondría para nosotros el que el señor Howard pudiese impartir un seminario sobre la materia. Significaría un alto nivel de prestigio para nuestra Universidad, amén de un complemento único para nuestros estudiantes.

Le ruego transmita al señor Howard nuestra humilde y sincera oferta. Las condiciones económicas las pactaríamos con él, si estuviese interesado, pero le anticipo que serían generosas. La duración del curso la estimamos en diez meses. Los gastos de vivienda y manutención correrían por cuenta de esta Universidad.

A la espera de sus noticias. Reciba un cordial saludo.

Suyo afectísimo.”

Me costó un poco entender el contenido de la carta. Al terminar mis estudios en la Facultad, me interesé por la cultura de los primeros pobladores de la Península Ibérica. La mayoría de los escritos sobre la época estaban en castellano, por lo que seguí un curso de dicha lengua. Luego fui perfeccionando mis conocimientos con la lectura de textos en castellano. Hace muchos años que no lo practicaba, pero ahora me daba cuenta que mis conocimientos del idioma no se habían borrado.

-¿Y bien Howard, qué te parece? –me dijo James con un pequeño tono de impaciencia en su voz.
-Estoy muy contento de que mis trabajos sean apreciados en la vieja Europa. Pero el dar el gran salto e irme a vivir a España me asusta en estos momentos. No sé si me encuentro en las mejores condiciones para ello.
-Tonterías Howard, creo que es el momento. Necesitas un cambio radical de aire, salir de la opresiva Nueva Inglaterra. Y qué mejor que irte a vivir a otro país. Allí te darás cuenta de que tus pesadillas fueron fruto de circunstancias excepcionales. Que tu mente funciona perfectamente. Tu futuro está en la docencia, ya ves que eres un reputado y demandado profesor de historia.
- No lo sé James, quizás tengas razón, pero ahora no puedo decidirlo. –No podía tomar la decisión en aquellos momentos. Todo lo que había pasado pesaba como una losa en mi mente. No podía pensar con claridad.
-Claro Howard, tómate tu tiempo.
-Gracias por todo James, siempre has sido un amigo en quien he confiado –le dije con sinceridad-. Bueno, creo que se está haciendo tarde. Te puedes quedar en la habitación de invitados.

Nos marchamos a nuestras respectivas habitaciones. El sueño me estaba venciendo, necesitaba descansar. Cerré la puerta de mi habitación, me puse el pijama tras asearme y me metí en la cama. Creo que los ruidos empezaron al poco tiempo de dormirme.

Primero fue como un susurro que se perdía a lo lejos. Luego llegó de nuevo el sonido, aquel reptar por las paredes. Me levanté inmediatamente de mi cama. Todavía tenía el recuerdo de la enfermera Patricia en mi mente. Me dirigí corriendo a la habitación de mi amigo, me temblaban las piernas y tenía un nudo en la garganta. Abrí la puerta, esperaba encontrarme la cama vacía o algo peor, pero allí estaba James profundamente dormido.

Me recorrió un escalofrío interior. No quería volver a recaer, sería mi perdición. Haciendo un esfuerzo mental deseché un origen preternatural para aquel sonido, lo achaqué al cansancio. Me dormí, y afortunadamente esa noche no soñé, o no recordé los sueños.

A la mañana siguiente tenía una decisión tomada. Así se lo hice saber a James en el desayuno. Fue un despertar de optimismo, una de esas mañanas en que todo parece que se centra en una misma dirección. Que no hay caminos divergentes que ensombrezcan el futuro. Iría a impartir el curso a la Universidad de Sevilla.

-Magnífico Howard. Es una decisión de lo más sabia. Tienes que escribir cuanto antes a la Universidad para hacerles saber tu decisión. Luego comprar el pasaje, hacer las maletas…, ¡uf!, vas a estar muy ocupado estos días. ¿Quieres que te ayude Howard?
-No James, tu tienes que volver con tu mujer y tu hijo cuanto antes. Seguro que te están echando muchísimo de menos.

Y así fue como me despedí de James por última vez. No le volví a ver nunca más.

miércoles, 7 de octubre de 2009

21043

Ángel estaba sentado en un banco del parque viendo pasar a la gente, pensando que eran transeúntes sin un destino fijo que viajaban en busca de una trascendencia que a él le era negada encontrar, porque sentía que en esos momentos tenía vetado el acceso a transitar por ese camino. Echado hacia delante y con la cabeza apoyada en sus manos seguía meditando sobre las circunstancias que le habían llevado hasta allí y en el riesgo que estaba dispuesto a asumir por liberar a su mente del tormento en el que estaba sumido y que como una negra cortina de humo eclipsaba cualquier otro pensamiento. Una toma de decisión que se había visto precipitada fruto de las actuales circunstancias personales, pero que de una forma u otra había intentado en vano acometer en repetidas ocasiones.

No podía llegar a su casa con las manos en los bolsillos sin haberlo intentado antes, qué pensarían su mujer y sus hijos. Tenía que romper su tela de araña que le impedía moverse con la libertad que necesitaba. Conforme iba pensando en cómo actuaría notaba que leves líneas de esta red se rompían, despacio, sin dejarle liberar otros pensamientos, pero que se partían con la presión que ejercía desde el interior de sus sienes. Sabía que el paso que iba a dar le liberaría completamente de esta pegajosa maraña de sensaciones paralizantes que le retenían en su avance. Pero debía meditarlo con calma, sin precipitaciones, cualquier paso en falso supondría despertar a la araña y darle a saber que se encontraba allí, que su comida estaba de nuevo lista para ser engullida. No quería volver a ser devorado por pensamientos que le devolvieran a una situación igual a la que se encontraba, esta vez quería, tenía, que hacerlo.

Desde ayer lo estaba planeando, sería en el mitin de esta tarde, sabía el momento en que ocurriría, aprovecharía a mitad del discurso del presidente, cuando la seguridad se encontrase más relajada, sólo entonces actuaría. No buscaba la fama, el estrellato o el salir en las noticias, solamente buscaba el seguir transitando pero habiendo encontrado el trascender en su vida, no volvería a perder más este tren. Necesitaba buscar su propio arraigo, que en estos momentos notaba como ajeno, su afianzamiento en este actual devenir que sentía no era suyo, necesitaba en definitiva encontrar las claves de su propia identidad. Esta tarde se produciría.

Fue andando desde el parque donde se encontraba meditando hasta su destino, todavía resonaban en su cabeza los ecos de su reflexión, ahora mezclados con las palabras que se oían a lo lejos, los retazos de una caligrafía mesiánica en el aire que seriaba el futuro. Eran las promesas del presidente ante una multitud que coreaba las entonaciones finales de aquel en cada búsqueda de afirmación, de autoalimentación por la implantación de sueños. Cada vez estaba más cerca, iba a ser el momento más importante de su vida, ya nadie más tejería ninguna tela a su alrededor.

El mitin se celebraba en el pabellón de deportes, los ecos de la multitud enardecida le llevaron en volandas hasta la entrada. Todo parecía estar desarrollándose como en un sueño, sentía que estaba allí, pero de una forma extraña a lo que estaba sucediendo, como si estuviese viendo por ojos de otra persona la escena que se desarrollaba. Sentía, pero con un aletargamiento propio del instante antes de conciliar el sueño, cuando todos los sentidos se hacen uno para abandonar la vigilia y entrar en el mundo de la ensoñación, donde todo puede suceder, porque en esa esfera las acciones tienen un significado y conclusiones diferentes a la realidad. Son los negativos donde se plasman las frustraciones de nuestra vida.

-Buenas tardes –dijo Ángel al vigilante de la puerta mientras le enseñaba su carné del partido.
-Adelante, puede entrar, hoy se presenta una tarde larga. El presidente lleva más de una hora hablando y todavía le queda más de la mitad de sus promesas electorales por desarrollar, por lo que llega usted en el momento álgido de su discurso –le contestó el hombre de seguridad, en un intento de caer bien a todos los que cruzaban la puerta. No sabía con quien hablaba y quizás podía ser un alto cargo del partido. El que hablasen después bien de él suponía continuar o no en este trabajo temporal que tanta falta le hacía para la supervivencia de su familia.
-Gracias, es usted muy amable.

Ángel se fue desplazando entre la multitud, que seguía gritando frenética ante las audaces palabras del presidente. Nadie se dio cuenta de que pasaba entre ellos, primero buceando entre la multitud que estaba de pie al fondo, moviendo las pancartas al viento y aullando, cuando el presidente hacía una pausa coreaban su nombre como si fuese su salvador, el mesías Consiguió llegar al lateral de la zona de asientos y siguió avanzando, ahora más fácil. Nadie se percataba de su presencia, se sintió como una sombra que pudiese atravesar cualquier obstáculo, como el ser elegido para la ocasión vitoreado por una multitud que esperase su acto de liberación, igual que el gladiador que termina venciendo al último de los guerreros, esperando su corona de laureles.

Llegó hasta la zona de prensa, en la orilla del alto estrado donde el presidente gesticulaba y movía la boca con movimientos acompasados y medidos. En la nube de Ángel no se oían las palabras del presidente, sólo veía en él a la persona que le sacaría de su estado, su redentor. Los flashes de los fotógrafos le hacían aparecer y desaparecer de la realidad, le golpeaban en los ojos inundándole de recuerdos que traían a su mente una marea de pensamientos, de momentos olvidados, fugaces, que ahora volvían a su cabeza como los recuerdos al día siguiente de un sueño, cuando una palabra, una imagen, un gesto, un sonido, olor o sabor nos hacen detenernos, nos paralizan bruscamente para que busquemos una explicación para esa sensación y entonces la enganchamos a un sueño pasado, a una realidad no vivida pero sentida, intentamos recordar qué fue pero sólo nos ha quedado ese momento fugaz, nos gustaría completar la historia, pero sólo tenemos ese retal con el que intentar reconstruir nuestra experiencia, como si de un trabajo arqueológico se tratase, en el que a partir de una inscripción se aventuran hipótesis sobre la vida de un rey.

-Buenas tardes, lo siento, pero a partir de aquí no se puede pasar –le dijo a Ángel un fornido hombre de seguridad, que vestía un impoluto traje negro, mientras con una mano le hacía un gesto de “prohibido pasar”.
-Disculpe, no me había dado cuenta, estaba buscando los baños y me he perdido.
-Los baños se encuentran al fondo a su derecha.
-Muchas gracias.

Ángel rodeó la nube de periodistas y se dirigió a los baños. Siguió pensando cómo acceder a la tribuna donde se encontraba el presidente, con los ojos escudriñaba cada rincón, cada pasillo, cada sombra que le abriese paso a la luz del estrado, pero no veía ningún hueco. Estaba muy nervioso, se encontraba en un fuerte estado de excitación, tenía que finalizar su misión, dejar su impronta en esta tarea y romper con su tela de araña, volver a ser feliz consigo mismo y con el resto de personas queridas que le acompañaban en su viaje.

Al fondo, tras pasar por un estrecho pasillo mal iluminado que se encontraba pegado al escenario vio unas pequeñas escaleras, y sorprendentemente no había nadie vigilándolas. No podía ser que hubiesen dejado desprotegida esa zona, pensó. Se acercó sin mucha convicción hasta ellas y descubrió con satisfacción que éstas se elevaban hasta el escenario donde estaba el presidente. Se volvió a alterar su estado de ánimo, ahora parecía flotar más que nunca en una nube, no oía los gritos a su alrededor, no veía los cientos de pancartas que enarbolaban los miles de seguidores allí congregados. Sólo veía una luz que le cegaba casi por completo y al final de la misma el objeto de su tránsito, el presidente. Notó cómo sus piernas se movían en dirección al mesías. Por un momento todo enmudeció aún más, parecía que se estuviese desarrollando una película muda, antigua, donde los fotogramas saltaban de unos a otros de forma brusca, sin una suave continuidad, faltando imperceptibles movimientos entre una acción y la siguiente. Se encontraba a pocos metros del presidente.

En ese momento la realidad cayó sobre él como una losa, los gritos se multiplicaron en sus oídos, podía escuchar las conversaciones de los presentes, los murmullos que los padres dirigían a sus hijos, las infinitas miradas clavadas en él. Los flashes de los fotógrafos se transformaron en una única luz que le guiaba en su destino, veía y sentía todo con una absoluta nitidez. Por un instante dudó, el peso del momento había vuelto a caer sobre él, pero esta vez era diferente, estaba obligado a dar este paso, no podía caer de nuevo en las garras inmovilizantes de la araña. Avanzó hacia el presidente con la decisión reflejada en sus ojos.

(¡) N. del A.: esta historia tiene dos finales, uno feliz y otro triste. Recomiendo leer una u otra, dependiendo del estado de ánimo del momento.

...FINAL FELIZ (21043)

El presidente calló en su discurso y le miró con los ojos desencajados, reflejando un miedo que le dejó paralizado en su sitio, como una estatua de dura piedra. Ángel aprovechó ese momento para hacer lo que debía, metió su mano derecha en el bolsillo para sacar lo que él estaba esperando de sí mismo. El cuerpo de seguridad se movió con rapidez, pues estaban entrenados para ataques terroristas, pero Ángel no lo era. Las pistolas de los guardaespaldas apuntaban al indefenso cuerpo de Ángel, el final estaba decidido...

-¡Quietos, no disparéis! –gritó con fuerza el presidente, saliendo de su repentina parálisis.

Ángel se detuvo sorprendido, justo el momento que aprovecharon los agentes de seguridad para abalanzarse sobre él. Le registraron esperando encontrar la pistola en su bolsillo, el arma que debía acabar con la vida del presidente. Pero sólo encontraron dos cartas. La primera decía así:

“Banco XXXX

Estimado empleado 21043 debido a las fuertes presiones que está recibiendo el mercado financiero por causa de la crisis económica en la que estamos inmersos y a la nueva estrategia del grupo tendente a una reestructuración de la organización para ser más eficaces en el sistema global, con la competencia y sobre todo con nuestros clientes, nos vemos obligados a rescindir su contrato con fecha XXXX.

Le agradecemos de forma sincera la dedicación y esfuerzo que durante estos 20 años ha realizado usted en nuestra organización y sin los cuales esta empresa no habría adquirido el respeto y la madurez que la sitúan como la empresa preferida del sector entre nuestros clientes.

Atentamente
XXXXXXXXXXXX”

Y la segunda:

“Amigo presidente, no quiero con esta carta rogarle un empleo, ni mucho menos un trato de favor diferente al de miles de ciudadanos que se encuentran en la misma posición que yo. Lo único que le pido es que escuche la voz de las personas que como yo, se encuentran en una situación de desempleo después de dedicar una gran parte de su vida a luchar por un futuro mejor para sus familias y sus hijos. Sólo le pido que esta carta le haga reflexionar aunque sea por un segundo....”

El presidente dejó de leer, se le llenaron los ojos de lágrimas, apagó el micrófono y dándose la vuelta se retiró.

...FINAL TRISTE (21043)

El presidente calló en su discurso y le miró con los ojos desencajados, reflejando un miedo que le dejó paralizado en su sitio, no gesticuló, no movió ni un músculo. Ángel aprovechó ese momento para hacer lo que debía, metió su mano derecha en el bolsillo para sacar lo que él estaba esperando de sí mismo. El cuerpo de seguridad se movió con rapidez, pues estaban entrenados para ataques terroristas, pero Ángel no lo era. Cayó abatido por 25 disparos que le llegaron desde tres direcciones diferentes. No pudo completar su objetivo.

Los agentes de seguridad se abalanzaron sobre el cuerpo inerte de Ángel, aunque ya no era él. Le registraron esperando encontrar la pistola en su bolsillo, el arma que debía acabar con la vida del presidente. Pero sólo encontraron dos cartas. La primera decía así:

“Banco XXXX

Estimado empleado 21043 debido a las fuertes presiones que está recibiendo el mercado financiero por causa de la crisis económica en la que estamos inmersos y a la nueva estrategia del grupo tendente a una reestructuración de la organización para ser más eficaces en el sistema global, con la competencia y sobre todo con nuestros clientes, nos vemos obligados a rescindir su contrato con fecha XXXX.

Le agradecemos de forma sincera la dedicación y esfuerzo que durante estos 20 años ha realizado usted en nuestra organización y sin los cuales esta empresa no habría adquirido el respeto y la madurez que la sitúan como la empresa preferida del sector entre nuestros clientes.

Atentamente
XXXXXXXXXXXX”

Y la segunda:

“Amigo presidente, no quiero con esta carta rogarle un empleo, ni mucho menos un trato de favor diferente al de miles de ciudadanos que se encuentran en la misma posición que yo. Lo único que le pido es que escuche la voz de las personas que como yo, se encuentran en una situación de desempleo después de dedicar una gran parte de su vida a luchar por un futuro mejor para sus familias y sus hijos. Sólo le pido que esta carta le haga reflexionar aunque sea por un segundo....”

El presidente seguía paralizado en el estrado, con un porte rígido y sin saber qué hacer a continuación.

lunes, 5 de octubre de 2009

EL LADRÓN DE SUEÑOS (4)

III

-¡Dejadme salir de aquí, locos!
Howard pegó su rostro contra la ventana de su puerta. Su cara desencajada escupía las palabras contra el cristal. Estaba atado a la espalda por la camisa de fuerza. Las paredes acolchadas de su celda amortiguaban el sonido.

-¡Malditos, no sois conscientes del terror que se puede liberar en la Tierra!



El informe que leía el orondo director del Sanatorio de Providence no dejaba lugar a dudas. Era un caso típico de esquizofrenia grave, ahora en su punto más álgido. Hacía casi un año que le habían dado el alta y otra vez estaba de vuelta. Pero ahora las circunstancias habían cambiado, eran más graves. Esta vez había una nota final en el informe que decía: “Sin curación. Mantener el tratamiento sedante durante la vida del paciente”.

Se levantó de su silla y se dirigió al archivador. El despacho del director era un oscuro cuarto con una ventana tapada por una cortina. Las paredes de color ocre estaban atestadas de cuadros con fotos de eventos, donde se le veía rodeado de colegas, recogiendo premios o dando charlas. Su mesa estaba cubierta por una manta de desordenados papeles. Los documentos se apilaban encima de dos viejos archivadores que había al lado de la ventana. De uno de ellos sacó una sucia carpeta que puso encima de su mesa. En la portada, con una apretada letra, ponía: “Diario de Howard P.” Comenzó a leer con avidez.

…………………………………………………………………………………

Empiezo a escribir mi diario el 29 de enero de 1934. Me acuerdo perfectamente porque aquel día hice mi maleta a toda prisa para salir del sanatorio. Un taxi al que previamente había avisado me llevó hasta mi casa.


Todo estaba tal como lo dejé aquel día que marché a Arkham. Perfectamente ordenado, como si la noche anterior hubiese dormido allí y me acabase de despertar al día siguiente. Esa misma tarde recibí la grata visita de James. Era un viejo amigo de los tiempos de la Facultad. Juntos empezamos a estudiar una carrera, la de Historia, que todos decían que no tenía futuro alguno. Luego nuestros caminos se separaron, él se fue a la costa oeste, a la Universidad de Los Angeles. Allí se especializó en historia contemporánea. Nunca perdimos el contacto, manteníamos correspondencia al menos una vez al mes. Por carta había sabido de su boda hacía cinco años y del nacimiento de su hijo Paul hacía tres.

Allí estaba James, en la puerta de mi casa. Había envejecido, se le notaban algunas arrugas incipientes en la comisura de sus ojos. Había perdido casi todo su pelo, y se había rapado el resto. Usaba gafas metálicas debido a su miopía, que seguro adquirió con la vasta lectura académica que había llevado a cabo. Añadía a su rostro una corta y rala barba que le daban un aspecto final de intelectual.

-Howard, amigo, ¿cómo estás? –se acercó a mí y me dio un gran abrazo. No lo dudé un momento y me abracé a él. Permanecimos así durante unos instantes. El sentir de cerca el contacto amigo, la unión con el pasado, supuso en aquellos momentos para mí un reconfortante encuentro.

Le hice pasar al salón, ofreciéndole una copa de whisky. Se sentó en un extremo del sofá que ocupaba uno de los laterales de la estancia. Yo me senté en una silla enfrente suya.

-Ha sido horrible James. No te puedes hacer idea. El monstruo, la bruja, el libro…-me di cuenta que me atropellaba al hablar. Que nada tenía sentido para mi amigo. Eran muchas palabras que, seguro, sonarían de forma incongruente para él. Notaba que James me miraba con cierta extrañeza-. Disculpa James, te estoy asustando.
-No Howard, no te preocupes. Sé por todo lo que has pasado.
-¿Y cómo te has enterado? –lo pregunté no tanto por querer saberlo, sino por relajar el ambiente, también mi mente. No quería alarmar a James.
-Recibí por última vez noticias tuyas desde Arkham, te contesté y al ver que pasaban los meses sin tener más correspondencia tuya me empecé a preocupar. Llamé a la Universidad de Miskatonic, tras hablar con varias personas me pasaron finalmente con la bibliotecaria que me contó lo ocurrido. Tras seguir el rastro, hablé con el sanatorio de Providence, el director me confirmó tu ingreso. También me avisó de que la mejor curación para tu estado era el aislamiento. Estuve en todo momento en contacto con ellos, preocupado por tu salud. El día que supe que te iban a dar el alta no lo dudé un momento, tenía que venir a verte.
-¿Crees que estoy loco? –le dije directamente, sin pensar la pregunta.
-No Howard, no lo creo. Has pasado por una experiencia muy traumática. Primero la muerte de tu tío en el incendio de su casa en Innsmouth, del que desgraciadamente fuiste un espectador directo. Luego el golpe tras el pequeño terremoto en Arkham, que te produjo una conmoción con pequeños daños asociados. Para terminar rodeado de enfermos en el sanatorio de Providence. Aunque con un final feliz, curado de todas las afecciones
-A lo que hay que unir la desaparición de una enfermera a la que me unían lazos especiales. Llegué a imaginarme que un terrible monstruo se la había llevado... –hice un largo silencio, tenía un nudo en la garganta. Los ojos se me llenaron de lágrimas-. Tienes razón James –continué- ha sido un periodo muy duro de mi vida, el golpe me hizo imaginar que horribles monstruos habían aparecido en mi vida, que ésta no era sino una farsa al servicio de un gran ser primordial –. Aquella conversación con mi amigo estaba suponiendo una terapia final, como el test positivo de mi raciocinio.

sábado, 3 de octubre de 2009

25 BLANQUITOS

Con los trece primeros fue con los que tuvo más suerte. El departamento de formación de nuestro banco nos había convocado para el primer seminario de apoyo tras el módulo 11, “Conócete a ti mismo y gestiona transversalmente”(1), dentro del programa del Aula de “Management”(2), que se había celebrado hacía ya más de un mes en un pequeño pueblo de la sierra madrileña. Ahora debíamos asistir la mitad del numeroso grupo de 24 “managers”(3), más nuestro consultor, a este “work group”(4) que desarrollaría los conocimientos adquiridos en aquel módulo.

Ella, que también asistió a aquel fatídico módulo 11, no acudía a este primer seminario de apoyo, estaba convocada para el segundo, que sería una semana después. Era de Recursos Humanos, concretamente la responsable de ejecutar los despidos y del pago de las nóminas, su nombre, Juana Lorca, una joven promesa con un gran futuro en la empresa, casada y con tres hijos. Dos semanas antes de los hechos que estoy describiendo estuvo buscando en Google “cómo romper motor autobús Volvo 8300”, pues en contacto con el departamento de formación pudo conseguir la información sobre el tipo de autobús que se utilizaba en los trayectos de los cursos. Se bajó de internet el manual técnico de funcionamiento del motor, se lo leyó de arriba a abajo, y entró en foros más o menos legales, hasta que consiguió dar con el cable preciso que desataría la acción.

La noche antes del accidente se coló en el garaje donde dormía el autobús y con la destreza de un mecánico de Fórmula 1, dejó el motor listo para su cometido. Después desapareció entre las sombras de la noche, cual ducho Arsenio Lupin. Lo cierto es que desde aquí arriba, ahora que tengo acceso a toda la información, pues puedo ir hacia adelante o hacia atrás en la visión del tiempo, estoy sinceramente impresionado con la mente de esta muchacha, pero sobre todo con lo que conseguimos desatar en la misma. Pero no quiero adelantar acontecimientos, pues el relato tiene hasta su pizca de gracia.

Esa mañana montamos todos en el autobús que partía desde nuestra empresa hasta el pueblo en la sierra de Madrid, pues los cursos se desarrollaban en lugares donde nos aislaban para lograr una mayor comunión entre nosotros. Y por cierto, efectivamente, era un Volvo 8300. El desenlace tuvo lugar en una curva cerrada del Puerto de los Leones, bajábamos y el conductor se quedó sin frenos. Aún mantengo las palabras de éste y del resto de mis compañeros resonando en mis oídos:

-¡Dios, los frenos no responden! –gritó el conductor.
-¿Y eso es malo? –dijo uno de mis compañeros, creo que no muy espabilado.
-¡Hombre, pues que a lo mejor no ves la final de la Champions esta tarde, tío listo! –le contestó el conductor en un alarido, mientras el pánico se reflejaba en sus ojos. Aquello me hizo pensar que efectivamente nos íbamos a perder ese partido y alguno más. Pero, no se si fue producto del miedo o que en estos momentos asomaba de verdad lo que había en la mente de las personas, todavía salió a relucir alguna perla más.
-¡Tranquilos! –gritó otro-, seguro que esto forma parte del seminario y el consultor está investigando nuestra reacción ante una situación extrema. Estoy convencido de que estamos inmersos en un “rol play”(5) pero sin un previo aviso y reparto del guión.
-¡Me cago en tu padre! –gritó el consultor, un tipo fornido y con el pelo engominado peinado hacia atrás, dando un salto desde su asiento y agarrando a mi compañero por el cuello de la camisa.

En ese momento el autobús derrapó y se fue contra la protección lateral, rompiéndola. El autobús permaneció un instante en el vacío, para mi como una eternidad, luego llegó el vértigo y la caída, más de 200 metros. Aquello si que era real, pues tanto tiempo dedicado por el consultor a explicarnos los mecanismos del miedo y vértigo internos y resulta que habíamos dado con el ejemplo perfecto y dedicando mucho menos tiempo. Menos mal que no quedó nadie para contarle la experiencia a Recursos Humanos y a Formación, pues seguro que hubiesen tomado buena nota para una futura “píldora”(6) formativa.

Seguro que ya antes por mis palabras lo habréis adivinado. Pues sí, me encuentro en el cielo, rodeado de mis compañeros de curso, del consultor y de varios daños colaterales, concretamente el conductor del autobús, que todavía se encuentra conmocionado por lo sucedido y ni el “coaching”(7) en privado de San Pedro le está ayudando a superar el trauma .También hay aquí dos aficionados del Bayern de Munich que viajaban en un pequeño utilitario camino del campo de fútbol para ver la final. Nuestro autobús lo arrolló como una pequeña caja de cerillas y nos acompañó en el vuelo.

¿Y qué tal se está por el cielo?, os preguntareis. Bueno, pues precisamente no he venido a hablar de esto, eso lo dejo para otro cuento, pero os aseguro que toda la literatura que se ha vertido sobre el cielo es falsa, de hecho hay alguno de nosotros que todavía se cree que está en la Tierra. El consultor sin ir más lejos, pues ayer se le ocurrió decirnos que le entregásemos los trabajos para exponerlos en clase, pero lo mejor es que todavía hubo alguno que le dijo que se lo había dejado en el autobús. Es que más de uno no cambia ni muerto.

Sobre el resto, los once que quedaban, fueron cayendo poco a poco. A uno lo atropelló un cliente muy cabreado cuando paseaba por la calle. Luego me enteré de que Juana le había soliviantado previamente, haciéndole creer que nadie le iba solucionar su problema. A otro, que sabía que sufría del corazón, lo despidió de forma fulminante. Se acercó hasta su mesa y señalándole con el dedo le dijo: “Peláez, recoja sus cosas, está despedido”. Cayó sobre el teclado de su ordenador, con tan mala fortuna que le dio a la tecla de emisión y salieron al cobro unos 100.000 recibos indebidos. Al día de hoy todavía hay un equipo de cinco ETTs(8) trabajando en la solución de este entuerto.

Aprovechando sus conocimientos adquiridos sobre la técnica del motor, Juana, a dos de ellos les “arregló” el coche. Uno se empotró contra una parada de autobús, concretamente de la línea 150 y otro contra una pastelería. A este último nos lo rifamos aquí arriba, pues todavía tenía trozos de pasteles de crema y nata adheridos a él, y no sabéis lo difícil que es probar el dulce en el cielo.

El más perverso fue el crimen de la máquina de café. Juana sabía que tres de ellos tomaban café a la misma hora, eran los primeros en llegar a sus departamentos y coincidían a primera hora en la sala de descanso. Lo que hizo fue abrir la máquina de café la noche anterior, pues ya no había cerradura ni técnica que se le resistiese y untó de curare las tres primeras cucharillas que saldrían con el café de la mañana. Los tres cayeron al unísono sobre la moqueta, parecían estar representando un mismo paso de ballet, de hecho fue un movimiento bastante plástico.

Si no llevo mal la cuenta todavía me quedan cuatro, porque ella evidentemente no se iba a suicidar, claro está. A una se la cargó con sus propias manos, y la verdad es que era muy pesada, debo confesarlo, pues todos los días entraba en el despacho de Juana vendiendo lo buena que era, la cantidad de horas que trabajaba y terminaba pidiéndole un aumento de sueldo. La cierto es que este crimen no sabría si encuadrarlo dentro de los del grupo del módulo 11 o fue un acto de revelador virtuosismo de Juana. Fuese lo que fuese, aquella mañana no había nadie alrededor, saltó desde detrás de su mesa y la cogió por la bufanda, tirando de los cabos hasta asfixiarla, sus últimas palabras fueron: “está bien, me conformo con el IPC”. Creo que su cadáver todavía sigue en el archivo del sótano, dentro del armario de “pendiente de clasificar”. El día que haya mudanza alguien se va a llevar un buen susto.

Con Andrea de finanzas fue realmente dura, sabía donde aparcaba su coche y también conocía de los cables de alta tensión que pasaban por una columna próxima, sólo tuvo que unir cabos, más bien cables pelados a la puerta. Cuando Andrea tocó la puerta se encendió, nunca en su vida había brillado tanto.

Para los dos últimos que le quedaban, Juana ya había agotado su imaginación, y por qué no, su paciencia, así que contrató por internet, y así cerraba un círculo tecnológico, a un sicario que por un módico precio realizó el trabajo. Primero cayó uno de un tiro y después el último, también de un tiro. Poco imaginativo pero tremendamente eficaz. ¿Y ahora? pensó Juana, sentada tras la mesa del despacho de su oficina.

Y todos os preguntareis ¿y tanto asesinato por qué, se había vuelto loca Juana? Pues no lo sé, quizás. Os cuento la génesis y vosotros juzgareis.

Todo empezó en la mente de Juana aquel miércoles en la sierra madrileña, como os decía al principio, estábamos los 24 “managers” inmersos en un curso, concretamente el módulo 11, sobre cómo gestionar el miedo y los sentimientos negativos, que tanto nos afectan en el trabajo y que al final repercuten en nuestro rendimiento. Sí, habéis adivinado por qué el banco se preocupaba por nuestra salud. Todo empezó con normalidad, un juego de risoterapia (recordad, primero hay que buscar la comunidad entre los participantes) en el jardín, unos cuantos “rol play” suaves, donde todo estaba bien definido con anterioridad y para finalizar el día una escena de una película donde nos hacían ver que los protagonistas vencían sus miedos y eran más felices en la vida. Creo que la escena era de “Sister Act”, no recordaba que la película tuviese una fuerte carga psicológica, pero tras las palabras del consultor quedó a la altura de un Bergman o Pasolini.

Todo se complicó al día siguiente. Este curso no era como otros, este ahondaba en nuestros fantasmas interiores y el consultor de una forma sutil los iba sacando poco a poco, hasta que por la tarde se abrió la caja de los truenos. Una televisión, una silla enfrente y una cámara de video apuntando al sujeto que se sentaba fueron la espoleta. Nadie quería salir al principio, pero luego poco a poco la gente se fue animando, presa de un paroxístico contagio emocional , pretendidamente terapéutico, como así nos fue vendido, pues uno hablaba de que había falseado datos estadísticos, otra de que había metido hacía muchos años la mano en la caja, otro de que tenía miedo de su jefe, otra de que se sentía más útil que el resto, en definitiva, la cosa se estaba calentando y aquello parecía más una sesión de psicoanálisis de libro de bolsillo que un curso de trabajo. Aunque todo estaba más o menos dentro de las expectativas del consultor, todo, o casi todo, porque Juana se levantó, se fue hasta la silla vacía y se sentó delante del televisor, quedándose callada unos segundos antes de hablar.

-Soy una mala amante –dijo entre un torrente de lágrimas. Se quedó callada, creo que se dio cuenta del error, pero tarde. La dama de hierro de Recursos Humanos se había derretido, había sucumbido a sus propios temores y miedos internos.

La gente se miraba una a otra, sin saber si hablar, reír o simplemente irse. Aquello se completó con las palabras del consultor: “bueno, no te preocupes, que eso nos ha pasado a todos alguna vez”. Juana se levantó corriendo y se metió en el baño. Ya no volvió a abrir la boca en todo el curso, nos había sentenciado a todos por ser testigos, por haber observado por la mirilla que ella había dejado abierta. Habíamos estado en el sitio y momento equivocados. A partir de aquí ya os he contado como acabamos los 25 blanquitos, bueno 24, sobre la última os sigo contando.


Pero Juana era una persona que renacía de sus cenizas, enseguida rentabilizó sus crímenes. Tras perpetrar el último, participó en un concurso del banco a nivel internacional que premiaba la innovación. “Innobanco” se llamaba, y su trabajo fue sencillamente eficaz. Presentó un ahorro de más de 300 mil euros al año con la amortización de los puestos de sus asesinados y la reestructuración de los mismos. Simple.

El resto ya era lluvia sobre mojado, porque luego llegó al puesto de Directora con plaza en la Comisión Ejecutiva. Lo cierto es que un poco antes de los esperado, debido a la extraña desaparición de su jefe. De esto sólo puedo decir que únicamente se encontraron sus pantalones al borde del pantano de San Juan, pero ni rastro del cuerpo. Y aquí permanece Juana hasta el día de hoy, pero por supuesto esperando algo más, pues sus aspiraciones y ambiciones ya no conocen límites.

Os pensareis que aquí se acaba la historia, y nada más lejos de la realidad, pues hay una segunda parte, llamémosla trascendente. En el cielo los máximos dirigentes estaban asustados, como nunca los había visto desde que ascendí. Pues os cuento muy rápidamente que por falta de presupuesto, originalmente sólo se montó el cielo. Era una vieja pretensión de los humanos, que desde hacía más de dos mil años pedían la creación del infierno, de hecho ellos creían que existía y que los malos se quemaban allí por toda la eternidad, pero nada más lejos de la realidad, pues todo el mundo subía al cielo. Ahora había que modificar la Carta Magna del cielo, en un procedimiento de urgencia y preparar la creación del infierno, porque os debo confesar que aquí hasta los ángeles temblaban, refugiando bajo sus alas a los pequeños querubines. Incluso San Pedro no estaba preparado, sus miedos internos le estaban venciendo y atenazando, había días en que no daba con la llave en la cerradura. Y os estaréis preguntando cual era la razón de tanta desazón, pues era muy simple, se acababan de recibir las listas de admisión y en ellas aparecía Juana Lorca, en breve, iba a subir al cielo.


NOTAS:
(1) “Transversalidad”. Aunque parezca lo contrario, no tiene ninguna connotación sexual, es trabajar conjuntamente con los diferentes departamentos (teoría). Pero en la práctica es que no se note que fastidias al departamento de tu lado, pásale información, no mucha claro, pero eso sí, si algo no sale bien échale la culpa.
(2) “Management”. Lo que siempre ha sido dirigir. Todo lo que rodea a ejercer de jefe. Mandar, pero con tintes más sutiles, como siempre, dar por culo, pero que parezca otra cosa, con suavidad, de ahí el cambiarle el nombre.
(3) “Managers”. Éste es más fácil. Jefes.
(4) “Work group”. Como su propio nombre indica. Grupo de trabajo. Cuando en un “work group” se realizan tareas o trabajitos se les llama “task”.
(5) “Rol play”. Ejercicio de interpretación, donde un grupo de personas desarrolla una acción, con un guión que les es dado, que sólo conoce cada actor y que al ser puestos en común en la representación se consigue el fin “educativo” de llegar a los planteamientos del consultor y del curso. Para que sea más divertido se suele grabar en video y ser expuesto de forma parcial por el conductor del curso, destacando los “defectos” en un ejercicio de escarnio público.
Pongo un ejemplo: Participan tres personas en el juego, una hace de jefe, la otra de colaborador (9) y la última de recursos humanos. Se reparten los guiones que solo conocerá cada uno y empiezan a actuar. Al jefe le ha tocado el de duro, que tiene que despedir de forma ineludible a unos de sus colaboradores por bajo rendimiento, al colaborador el de persona con problemas personales que hace un gran esfuerzo por trabajar todos los días y al de recursos humanos el de persona sensible y cercana a los problemas de sus colaboradores.
Pues os podéis imaginar la que le ha caído al que hace de jefe, que debe llevar su papel hasta el final y que no sabe cómo van a actuar los otros. Por muy bien que se porte en el juego con sus compañeros, al final cuando se vea el vídeo le va a caer lo más grande, pues el discurso del consultor ya está predefinido y tiene que llevar la moraleja hasta el final, caiga quien caiga, pues para eso cobra. Sabes que como te toque uno de estos papeles (roles) antes de empezar el juego (play) te puedes ir yendo ya a tu picota personal. ¿Os suena esto a algo de un tal Maquiavelo?...por cierto, el final suele ser rocambolesco, pues tras mucha retórica el resultado es que con muy buenas palabras y ayuda por parte del manager, si esta persona no cambia hay que echarla. Antes se le daba un puntapié con malas palabras, y ahora se le abre la puerta, se le pone una alfombra roja y se le dice que estará mejor fuera.
(6) “Píldoras”. Más bien deberían llamarlas supositorios, pues son pequeñas formaciones, normalmente por escrito o desarrolladas en una mañana, que sirven como nuevo estudio o pequeño recordatorio de una formación pasada. Te suelen llegar cuando más trabajo tienes, de ahí que te las tengas que meter como te quepan.
(7) “Coaching”. Esto que debería ser entrenamiento, es que te ponen un profesor particular para que te guíe en la formación de alguna materia o desarrollo personal. Vamos, el consultor de los cursos pero ahora hasta en la sopa, y como es particular y la empresa se gasta una pasta a ver quien es el guapo que dice que no ha aprendido.
(8) “ETT”. Son contrataciones de empresas de trabajo temporal. Son contratados para puntas de trabajo, sustituciones temporales de personal, para trabajos estacionales o salidas de nuevos productos. Pero en realidad tras esta contratación se esconde una nefasta previsión organizativa. Lo bueno, que gracias a la ineptitud de unos, se da trabajo a otras personas.
(9) “Colaborador”. Trabajador. Se usa esta terminología para evitar connotaciones políticas o que suenen a rancias de luchas de clases y que demuestran que la empresa es moderna y es cercana al trabajador, perdón, colaborador.