miércoles, 29 de julio de 2009

NEW JERSEY EN SEVILLA

¿Los viejos rockeros nunca mueren? Qué eslogan tan manido. ¡Pero, joder, qué cierto! Más bien la buena Música, la que se escribe con mayúscula, es la que no desaparece. La que perdura a través de los tiempos, de la moda, de la crítica…Anoche la interpretó el Boss, un genio intemporal.

Un concierto memorable el del Estadio Olímpico. El principio fue anecdótico, con Nils Lofgren tocando “Sevilla tiene un color especial” al acordeón. El verdadero comienzo vino después, con Bruce Springsteen saliendo, guitarra en mano, acompañado por la E Street Band. Ocupó el centro de un gran escenario con dos pantallas laterales y una gigante que hacía de fondo. El Boss se metió al público (por cierto, menos del que yo esperaba) en el bolsillo desde el inicio. Su magistral “Badlands” consiguió “enchufar” a los que allí estábamos. Con su voz cada vez más rota, de bluesman, el Boss llenó el Estadio de lo mejor de él, de sus canciones, su rock, su fuerza.

Subiendo peldaños con “My Love Will Not Let You Down” y “Hungry Heart” (cuantas veces habré cantado esta canción), llegó a “Outlaw Pete”. Canción del último disco y una de sus mejores composiciones. El Boss nos contaba la historia de Pete, ya marcado por su destino desde su nacimiento, sin vuelta atrás, en soledad. El Boss le llamaba (Can you hear Me?) con el fondo en la pantalla de imágenes del desierto. Pero nadie contestaba. Simplemente magistral.

No faltaron las actuaciones de Bruce Springsteen con el público. Recogiendo sus pancartas, dejándose agarrar por sus brazos, sacando a bailar a una chica, rociando a la gente con agua de una esponja, jugando con un niño pequeño que había en primera fila,…Como decía, canción tras canción el calor iba subiendo, y no solo el físico (el Boss repetía en castellano una y otra vez ¡qué calor!), sino el musical. Hasta llegar a “Johnny 99”. Pero no interpretó la versión de Nebraska, sino un puro rock and roll, con aderezos de rockabilly, blues y country. Que cerca quedaba la música de Elvis, Gene Vincent o Little Richard.

Momentos mágicos de guitarra con Van Zandt y Lofgren. El sonido envolvente del saxofón del Big Man. Llevaron el concierto a momentos insuperables con canciones como “I’m on fire” o “41 shots”. Ya todos coreábamos sus canciones, nos habíamos fundido en una sola voz con él.

Apoteosis que llegó con su himno, con el nuestro, con “Born to Run”. Interpretada por la E Street Band como si fueran conscientes de que es su estandarte. Por el Boss como un regalo para todos. Terminó con un bis donde estaban “Dancing in the Dark” y “Twist and Shout”. En el campo todo el mundo bailaba, todos pedían más. Tras tres horas no teníamos suficiente, era ya una necesidad. El Boss había vuelto a hacerlo, y ya van…, había rendido otra ciudad a sus pies.


Estuve en el concierto del 99 en el estadio de La Peineta. Bruce Springsteen con la E Street Band. Magistral. Como hoy, con sus letras del pueblo, de la gente normal que puede trabajar en una autopista, en el medio rural o personas que no han tenido suerte en esta sociedad. Sus canciones no siempre han sido bien entendidas, o más bien se ha hecho un uso partidario de las mismas que no se corresponden con su espíritu, es el caso por ejemplo de su Born in the USA, una ración de dureza a la estúpida guerra de Vietnam. Pero a él le da lo mismo, en cada nueva canción sigue emocionando con su sonido,…con sus historias cotidianas.

Cuando éramos pequeños, mi hermano y yo teníamos en la habitación un póster del Boss. Poníamos sus discos, Born to Run, Nebraska, The River…, con el volumen a tope. Nos imaginábamos que estábamos en uno de sus conciertos, cantando sus canciones, rasgando su Fender. Esta noche he vuelto a tener la misma sensación.

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