lunes, 6 de julio de 2009

EL MARCIANO POCOL

Pocol era un marciano bueno. Era de color verde, pequeñito y tenía unas antenas como trompetitas también verdes. Vivía en Marte en una casita excavada en la roca y con un garaje al lado para su platillo volante. Llevaba muchos años solo, quizás más de 1.000, había perdido la cuenta. Los días los pasaba barriendo el suelo de su casa que se le llenaba de polvo rojo y por la noche se sentaba en una gran roca a ver como las estrellas fugaces recorrían el cielo.

Una noche, sentado en su roca, se preguntó a donde irían esas estrellas. Quizás iban a una fiesta de cumpleaños. Esa noche decidió montarse en su platillo volante y seguir a una, a lo mejor le invitaban y conocería a amigos, probaría la tarta, soplaría las velas y cantaría cumpleaños feliz.

Siguió con su platillo a una estrella muy luminosa y cuando estaba en su cola le preguntó:
-Hola estrella, me llamo Pocol, ¿a dónde vas?
-Hola Pocol, no lo se exactamente, me he puesto en movimiento y ahora no puedo parar.
-¿Y entonces no vas a una fiesta de cumpleaños? ¿no voy a conocer amigos? –dijo Pocol.
-¿Quieres conocer amigos?, por mi órbita paso cerca de un planeta pequeñito y azul donde habitan unos seres chiquitines que se llaman niños a los que les gusta jugar mucho y tener amigos. Además los marcianos como tú solo son visibles para los niños por lo que no tendrás que dar explicaciones a otros seres más grandes y sin imaginación que se llaman adultos.

Y así cuando la estrella pasó cerca de la Tierra se lo dijo a Pocol para que se desviase con su platillo volante. Pocol se acercó a la Tierra y a lo lejos divisó a muchos seres pequeñitos, pensó que debían ser los niños, estaban jugando alrededor de un cuadrado lleno de agua y algunos estaban dentro (más tarde se enteraría de que aquello se llamaba piscina). Aparcó su platillo debajo de un cocotero y se acercó a un grupo de niños que estaban jugando con unas cosas que echaban chorros de agua.

-Hola niños de la Tierra, soy Pocol de Marte y quiero ser vuestro amigo.
-¿Pocol? –dijo uno de los niños-, eres muy raro y verde.
-Eres como un insecto –dijo otro- Mi papá tiene un insecticida para bichos como tu que entran por la ventana.
-Vete Pocol no queremos que seas nuestro amigo –dijeron todos.

Pocol no podía llorar porque los marcianos no lloran, pero si que estaba muy triste. Se sentó solo y se puso a mirar al cielo.
-Hola Pocol, -oyó de repente a su espalda.
Se volvió y vió a un niño que le hablaba.
-Hola, ¿cómo te llamas? –preguntó Pocol.
-Me llamo David, ¿quieres ser mi amigo?
-Claro David. Y el corazón o lo que fuera que moviese el cuerpo de Pocol se llenó de una felicidad como no había sentido en por lo menos 1.000 años.

Estuvieron jugando alrededor de la piscina lanzándose agua con unas pistolas muy chulas con forma de tiburón. También jugaron al escondite, aunque Pocol como era verde se tumbaba en el césped y era muy dificil de encontrar. Luego David le enseñó su casa y Pocol se extrañó de que el suelo no estaba lleno de polvo rojo, incluso se podían sentar en él a jugar. David le lanzaba coches y Pocol se los devolvía. Los favoritos de David eran los que tenían sirenas, así que le enseñó a Pocol el ruido que hacían. Cuando se cansaron de jugar con los coches, David le enseñó su colección de cuentos, había de todos los tipos pero uno de animales fue el favorito de Pocol, porque David le enseñaba el nombre de cada uno y el ruido que hacían, Pocol estaba con la boca abierta de admiración.

Pocol estaba entusiasmado, pasaron horas jugando. Cuando llegó la hora de la cena, David le guardó a Pocol un plato de macarrones para que comiese. David le enseñó a comérselos, se cogían con la mano, se ponían en los dientes como colmillos, se miraba a través de ellos…A Pocol le encantaron, terminó con toda la boca llena de tomate como David, fue divertidísimo.

Era ya de noche y David se tenía que ir a dormir. Pocol tenía que regresar a su casa, pues el suelo estaría todo lleno de polvo rojo. David le regaló el cuento de animales para que Pocol pudiese leer un cuento por la noche antes de dormir.
Se despidieron al estilo marciano, con un tironcito de antenas u orejas, dependiendo del caso.

-Hasta pronto David, he encontrado un amigo y soy el marciano más feliz del mundo. Volveré para jugar contigo.
-Adiós Pocol, yo también te esperaré para jugar. Te avisaré cuando haya macarrones para cenar.

Pocol se montó en su platillo y se fue. Si pudiese llorar, lloraría, pero de alegría

A David, que le puso el nombre de Pocol al marciano de los Petit Suisse de Hacendado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un maravilloso ser diminuto esta mañana me pidió que le contara el cuento del marcianito verde.

Creo en la Magia.