jueves, 23 de julio de 2009

RECUERDOS DE UN TRANSEUNTE (PAUL NASCHY)

Era una noche de luna llena. Las ruinas del viejo castillo se recortaban contra ella. La espectral luz sacaba brillos fantasmagóricos de las piedras. En el centro de lo que antaño fue el patio de armas se adivinaba una figura humana. Waldemar Daninsky gritó, no, aulló como solo un maldito puede hacer. La transformación se acercaba. Él lo notaba en el dolor, en el sufrimiento. Toda una vida, una eternidad, sin encontrar el descanso. Soñando con su bala de plata salvadora. Primero la cara, luego el torso y después sus miembros. De nuevo hombre lobo…

Ésta, que podría ser la parte central de una película de Paul Naschy (Jacinto Molina en su versión castiza) para su personaje de la saga de Waldemar Daninsky, no es mi primer recuerdo de Naschy. Para este primer encuentro me tengo que remontar, también a una noche de luna llena, pero no centroeuropea, sino más al sur, en Sevilla.

Fue en quinto o sexto de EGB. Mi colegio, que hoy ya no existe, estaba formado por varias casas situadas en la zona de Nervión. Concretamente dos casas que antes fueron viviendas y entre ellas un edificio más grande donde estaba el gimnasio, las clases de párvulos, el recreo, la secretaría y la dirección. Este último sitio era legendario, pues corría entre los niños rumores de “atrocidades” que ocurrían dentro. Todas perpetradas por el director, un señor cuya presencia ya atemorizaba más que el hombre del saco. Cuando hablaba, con su voz grave, parecía estar invitando al infierno. Qué miedo. De hecho algun niño, que era llevado por un profesor a su presencia, cual Caronte trasladándolo al Hades (cruzando el Estigia, pues para llegar al edificio central había que cruzar la calle), como decía, alguno en el traslado se hizo pis en los pantalones.

Los viernes, al terminar las clases por la tarde, programaban una película en una de las casas. Ponían el cartel el día antes en el patio del recreo y los niños nos agolpábamos para ver que peli echaban. Solían ser de la pantera rosa, de dibujos animados, de Lassie…pero, oh, aquel jueves anunciaban una muy interesante, “El jorobado de la morgue”. Qué título tan sugestivo. De hecho hoy en día me lo sigue pareciendo. Salía en el cartel el jorobado (Paul Naschy) llevando en brazos el cuerpo de una mujer, con esqueletos y un laboratorio de fondo. ¿Cómo pasaría esa película la censura del director?, todavía hoy en día me lo sigo preguntando. Pues bien, ya solo tenía que convencer a mis padres.

Esa tarde de jueves seguro que las negociaciones fueron duras. Que si esa película no era para niños, que si esperase a la semana siguiente que seguro ponían una de vaqueros…Yo por aquel entonces ya era muy pesado y por no oirme más mis padres me dejaron ir. A la salida, que sería a las siete de la tarde, me recogería mi padre.

Qué emoción el viernes al despertarme. Era una día especial, sin duda. Toda la mañana pensando en la película de la tarde. Ya también por aquel entonces era bastante impaciente. Seguro que don Lucas, don Fidel, don Antonio o don Fernando no se dieron cuenta, pero yo esa mañana no me enteré de nada de lengua, ciencias naturales, sociales o matemáticas. Solo miraba la hora y esperaba. Cuando sonó el timbre de las cinco salí corriendo al patio como alma que lleva el demonio.

El profesor nos reunió a todos los que íbamos al cine en el patio del recreo. Aquello iba a prometer porque el profesor sin querer encendió aún más mi curiosidad y ganas de ver la película. Nos dijo que toda la sangre que salía era de mentira, que era salsa de tomate. “Toda la sangre”. ¡Cómo se le puede decir eso a un niño de 10 años! Ya no podía esperar más tenía que entrar a verla. No veía el momento.

La sala era un aula (que a su vez antes había sido una gran habitación, por aquello de que fue vivienda). La pantalla si mi memoria no me falla era una sábana (se veían las arrugas) y el proyector debió ser con anterioridad de los hermanos Lumière. Recuerdo que entre rollo y rollo se paraba la proyección y todos nos poniamos a hablar como descosidos. Eso cuando no se paraba el motor por motivos técnicos.

¡Qué bien me lo pasé, que buena película!. Estuve luego casi una semana sin dormir, pero qué buena peli. Hace poco la volví a ver, despues de tantos años y creía que no iba a aguantar la revisión. Pero todo lo contrario, todavía hoy se mantiene como una buena película de terror, yo creo que la mejor de Naschy. Es una revisitación del mito de Frankenstein, con todos los aditamentos de una entretenida película de horror (muerte de la amada, resurrección, hemoglobina, ser deforme e incomprendido y “mad” doctor). ¿Qué más se puede pedir?

Despues a la salida del cine viví mi propia película de horror. Veía que todos los padres iban llegando a recoger a sus hijos, pero el mío no aparecía. Y cada vez estaba más solo en la puerta. De hecho me quedé un rato solo, con mis jorobados, ratas y resurrecciones. Hasta que pude ver a lo lejos el 124 de mi padre que se acercaba. ¡Uf! Un poco más y viene el jorobado a por mí.


Años después fui a ver al gran Paul Naschy al Zoco de las Rozas, porque presentaba su última película (Licántropo). La última de Waldemar Daninsky. Me quedé con las ganas de contarle toda esta historia. Por eso se la cuento aquí, por si me está leyendo.

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