miércoles, 8 de julio de 2009

TEMPORADA DE BARBACOAS

Ya llega el calor y empiezan a echar humo las barbacoas. Duro deporte estival éste que pone a prueba tanto el estómago como la capacidad de las arterias. Aunque yo empecé ya allá a principios de marzo en Sevilla con una macro sesión de más de 8 horas de duración y porque se hizo de noche, ya no se veía ni un chorizo y hubo que parar la ingesta de grasas. Además estuvimos todo el rato comiendo, no desperdiciamos ni un minuto, porque esta barbacoa permaneció encendida las 8 horas, fue como la llama olímpica, no se apagó y claro había que aprovechar las brasas.

Este fin de semana pasado han caido dos, sin solución de continuidad, una el viernes y otra el sábado, la segunda como la dosis de recuerdo de la vacuna, para alargar y potenciar los efectos de la primera. Antes de empezar a comer se dice uno a sí mismo, comeré solo ensalada, porque eso sí, en toda barbacoa se hace un bol con lechuga y tomate para atenuar los efectos psicológicos de la panceta y el chorizo. Parece que pinchando dos o tres veces ensalada sentimos el efecto placebo-cerebral de la comida sana. Además del efecto visual atenuador del remordimiento que supone el ponerse morado de chorizo pero ante la presencia de la lechuga. Y así luego podemos decir que hemos hecho una barbacoa, pero sana ¡eh!, que hemos comido ensalada (incluso alguien puede echar alguna verdura a las brasas), ¡falso!, como se puede llamar barbacoa equilibrada a meterse para el cuerpo varios bocadillos de panceta, otros tanto de chorizo y morcilla, costillas, chuletitas…y tres pinchadas de lechuga.

Para esta semana tengo en la agenda ¡tres barbacoas! y en días consecutivos. Qué va a ser de mi, y lo digo porque no voy a tener espacio suficiente en el estómago. Qué envidia me dan los rumiantes, con sus cuatro estómagos, ahora que lo pienso, podría hasta programar otra barbacoa más para esta semana. Y es que en el fondo es todo un espectáculo visual y olfativo, el ver esos chorizos sudar gota a gota avivando las llamas, esa panceta crepitando y encogiéndose ante los efectos de las brasas, esa alita de pollo que se mete por la rejilla y se va quemando ante los intentos en vano por rescatarla, y que decir de ese humo que lo impregna todo, que te ahuma la camiseta dándole vida propia y que te deja en las fosas nasales el recuerdo para varios días. Pero quién piensa en el colesterol en esos momentos, si luego de postre me tomo un Danacol.

Y que decir de los sueños pesados que produce una buena barbacoa nocturna. La otra noche soñé que era abducido por un grupo de pancetas enmascaradas. Querían introducirse en mis venas directamente, sin seguir el proceso normal de ingestión de colesterol, yo intentaba dialogar con ellas y decirles que no estaban siguiendo el procedimiento adecuado, al final, creo que producto del síndrome de Estocolmo, nos hicimos amigos y lo celebramos con una barbacoa. Al despertar estaba empapado en sudor y pidiendo a gritos un Almax.

Llegado este punto tengo que hacer una confesión, despues de la cual y oido mi testimonio creo que ya no volverá a ser lo mismo. Y es que desde aquí confieso que no soy un ejecutor de barbacoas, si alguien me pregunta no sabría decirle cómo se encienden los carbones. Yo soy un comensal de retaguardia, y es que, la verdad, siempre hay voluntarios para la línea de vanguardia, incluso hay veces que hay disputas dentro del grupo para ver quién hace la barbacoa, y claro ante este entusiasmo mi pretensión es la de no hacer infeliz a nadie y dejarle que disfrute. El voluntario se planta su gorra y se va al frente de batalla, armado solo con una cerveza y unas pinzas y es que la barbacoa suele estar colocada estratégicamente en el sitio donde más pega el sol. Mientras la retaguardia está situada a la sombra y bien provista de provisiones y bebidas. Cuando esta persona marcha al frente se le despide con gritos de ánimo y apoyo del tipo: ¡la panceta que esté bien hecha!, ¡ve sacando los chorizos rápido que tenemos hambre! ¡las alitas déjalas más tiempo que tardan más en hacerse! ¡no quemes las chuletitas! De vez en cuando alguien en la retaguardia se acuerda de que tenemos un soldado en el frente y poniendo en riesgo su integridad atraviesa el sol con una cerveza y un montadito de chorizo (que debe ser ya lo único que le quede para cuando regrese al campo base después de hacer la barbacoa).

Para terminar diré que lo que me da miedo del día despues de una exposición prolongada a las barbacoas es el síndrome de abstinencia. O se buscan sustitutivos de la panceta y el chorizo que tengan menos concentración de colesterol como el chopped o la mortadela con aceitunas, o se recurre a lo que un amigo mío me ha dicho que ya comercializan las farmacias en verano, que son como los de nicotina, los parches de panceta.

Pero lo que de verdad necesito en estos momentos es…pastar.

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